Capítulo 14

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La mañana del lunes era húmeda y muy tediosa. Por primera vez, me costó salir de las sábanas e ir al trabajo, pero a pesar de todo lo que decía mi cuerpo, lo hice. Cuando llegué, la primera persona que me embargó fue Barry; quien robándome un beso se presentó, uno muy largo y profundo.

—Dios... sé que no es correcto, pero me volví loco sin ti aquí. —susurró él sobre mis labios. Lo miré y me aparté ligeramente, intentando marcar algo de distancia. Era claro que nuestro jueguecillo debía de terminar ahora.

—Barry... también me da gusto verte y también te extrañé. —hablé sonrojada.

Sí, claro... Dijo la vocecilla de mi interior, burlándose de mí.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué tan fría? —se acercó y yo tuve que respirar profundamente, me tomó de la cintura y me acercó a él— ¿por qué... tan...—me examinó con la mirada el rostro entero—...esquiva?

Le sonreí lo más que pude.

—No pasa nada, es que el viaje fue largo y anoche no dormí mucho por andar desempacando. —respondí. Le bajé la mano de mi cintura y pasé de largo, sacándome el abrigo y colocándome el delantal blanco lista para cocinar.

El frunció el ceño y se colocó junto a mí. Me erguí y esperé las órdenes del chef. Tras una corta plática y una breve celebración por nuestro reconocimiento en la feria gastronómica de Londres, nos mandó a nuestros laureles a continuar con nuestra labor. Me acerqué a la despensa y tomé unas papas, junto con unos pimentones después de olfatearlos un poco, pero un "click" atrás mío me sacó de mi burbuja. Me giré y miré a Barry.

— ¿Si? —pregunté. El me miró de los pies a la cabeza y con pasos lentos, se acercó a mí. No me moví, sabía que, si lo hacía, terminaría contra una pared.

—Te noto diferente... lejos... Tal vez solo soy yo y es porque te extrañé... Dime, ¿sólo soy yo? —preguntó el sonriéndome, extrañando.

Conocía lo suficiente a Barry como para saber que no es el tipo del chico que no recibe un "no" de respuesta, mucho menos por una mujer; no con esos ojos, cabello y sonrisa de comercial de dentífrico y no me quería arriesgar a montar un numerito en mi lugar de trabajo. Por lo que, no era buen momento para terminar las cosas ahora.

Le sonreí coqueta y me acerqué a él, le di un corto beso en los labios y hablé sobre estos:

—Alguien me extrañó más de lo necesario... teniendo en cuenta de que no tenemos nada. —enfaticé aquella última oración. Él me miró.

—No creo que la palabra sea "Nada" tenemos un ligue divertido y fogoso, eso no es nada. —inquirió él casi... ofendido.

¡Alerta! ¡Hombre engreído y ofendido! Pésima combinación.

—Mejor hablamos más tarde, ¿tal vez... al cerrar? —pregunté. El asintió. Me quise ir, pero él me detuve, lo miré y fue cuando sus labios descendieron a los míos atrapándome en un beso lento y sensual; que estoy segura que en otra ocasión lo hubiese disfrutado, pero no ahora, no después de lo sucedido en aquel viaje...

Me aparté mucho antes de lo necesario y hui lo más rápido que pude del lugar, refugiándome entre las ollas y los cuchillos, sólo por seguridad.

Mientras me concentraba en lograr el mejor risotto del restaurant, unos zapatos caros se colocaron en mi campo de visión y el perfume caro y varonil de Adam me hizo mirarlo.

—Estás bien...—dijo él al verme. Fruncí el ceño.

— ¿Por qué no lo estaría?

—Porque te fuiste, en un taxi y ya no son seguros.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora