Tomé aire y exhalé lentamente, me miré en el reflejo de mi espejo de bolsillo y me acomodé torpemente mi flequillo rojizo con la intención de parecer casual y confiada, aunque estuviese temblando de la cabeza a los pies.
-Tú puedes, Bianca. -me alenté a mí misma. Me erguí y me obligué a caminar hacia el interior del restaurante La Fonté el mejor en américa.
Lo primero que divisé fue la inmensidad que poseía el restaurante en su interior y la belleza de cada pintura, adorno y reliquia en las paredes y suelos. Las mesas, estaban perfectamente bien colocadas y en espera del comensal, pero lo que sin duda me hizo estremecer fue ver la única mesa con los cubiertos servidos, esperándome a mí y al gerente del lugar.
Miré mi teléfono y me percaté de la hora que este marcaba: las doce y quince minutos. Había llegado a tiempo, pero el gerente, aun no. Suspiré algo aliviada, sabiendo que tal vez su demora, me daría algo de ventaja en la entrevista. Me senté en la silla respectiva y me dejé embobar por la plata fina que poseían los cubiertos de mesa.
Fue entonces, cuando el sonido de una puerta me puso en alerta e inmediatamente me paré. Lo que vi, fue lo último que esperaba ver: Adam Coleman y todo lo que eso significaba: Aun poseía esa sonrisa de dientes blancos, con su perfecta quijada cuadrada y nariz griega. Los veintiocho, nunca se habían visto tan bien, sobre todo, por como el los lucía.
-Bianca...-susurró su ronca voz, tensando la mandíbula, haciéndome estremecer de la misma manera que solía hacerlo hace ocho años atrás.
-Adam. -saludé cortés volviendo a tomar asiento. Pude ver como él se acercaba a la mesa y tomaba lugar en el sitio del gerente. Fruncí el ceño y lo miré.
- ¿Qué... haces? -pregunté mirándolo-Adam, ¿Qué haces aquí?
-Vine a verte. -aseguró él- soy el gerente de La Fonté, Bianca. De hecho, soy el dueño.
Temblé. Sentí como el suelo abajo mío empezaba a temblar y yo con él. Miré los cubiertos de plata y los toqué nerviosamente, luego lo miré a él.
-Nunca...-empecé a hablar- nunca mostraste interés por la cocina. -inquirí- De hecho, pensabas que no era buena como profesión. -hablé duramente recordando las palabras que solía decirme cuando salíamos.
El hizo una mueca.
-Se lo que dije, también recuerdo que era un crío cuando lo dije y no sabía nada de la vida. -excusó él- Ahora me he dado cuenta de que... el negocio de la cocina ha sido muy provechoso en los últimos años.
Lo miré a los ojos y supe que fue un error en cuanto lo hice. Me odié a mí misma por ese instante; ya que, una sola mirada suya, aun podía afectarme. Me aclaré la garganta e intenté mirar a cualquier lugar menos a él, pero su hipnotizantes ojos no me lo permitieron.
-Supongo que... recibiste mi currículo por el correo que te envié. -hubiera deseado no sonar tan afligida. El asintió con la cabeza y abriendo un portafolio, sacó una carpeta con mi nombre en ella.
-Debo admitir que, cuando leí tu nombre en el expediente y vi tu foto... no me lo podía creer. -habló sin más, tomándome fría. Esquivé la mirada. No quería hablar de nosotros, quería hablar del puesto de trabajo.
- ¿Por qué no me dijiste cuando recibiste mi correo que eras tú con el que me iba a entrevistar? -pregunté mucho más rápido de lo que hubiera deseado. El me miró, al igual que yo. Nuestras miradas eran tan intensas que se percibía en el aire.
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La Receta para el Corazón
RomanceEl pasado de Bianca y Adam es complicado y sin duda, terminó en una de las peores maneras. Sin embargo, el tiempo ha pasado, ambos maduraron y ahora Adam es un hombre de veintiocho años, casado y con una franquicia de restaurantes multimillonaria mu...