Capítulo 7

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Crucé la calle y caminé sosteniendo mi bolso de mano con fuerza. Estaba pasando a las seis de la tarde por una calle no tan segura y aquello, no era muy favorable que digamos. Un auto se detuvo lentamente a mi lado, haciendo que me pusiera en alerta y preparase el gas pimienta de mi bolso. Sin embargo, ver a Adam detrás de los cristales polarizados me hizo guardarlo y, sonreír.

            — ¿Cuántos autos tienes? —pregunté sorprendida de ver otro modelito de auto.

El hizo una mueva.

            —Unos cuántos. —sonrió él. Luego, abrió la puerta. —Anda, sube.

Miré las calles y luego a Adam, entré en su auto y cerré la puerta.

            —Vaya, logré convencerte de algo sin lucharla, ¿Quién eres y dónde está mi Bianca?

La forma en la que se refirió a mí causo estragos en mi interior. Me sentía como la tonta adolescente enamorada que posó sus ojos en los de Adam y todo su mundo cambió: me temblaban las rodillas a su lado, no respiraba a menos que lo tuviera cerca de mí, espasmos surgían en mi interior cada que me tocaban y cuando me susurraba algo... me sentía morir.

Estaba perdida en Adam y en todo lo significa en él, tal y como los viejos tiempos.

            —Digamos que hoy me fue bien. —susurré.

Él sonrió.

            —Lo noté. No pudiste disimular esa sonrisa en tu rostro cuando el chef te felicitó por tu exquisita salsa en la pasta de esta noche; fue el plato bandera. —habló conduciendo. Yo, sonreí orgullosa.

Cuando pasamos varias manzanas lejos de mi calle, lo miré frunciendo el ceño.

            — ¿A dónde vamos? —pregunté.

            —A mi apartamento.

Me tensé. No... no podíamos.

            —Adam yo...

            —Ahí está la Bianca que conozco, la que le pone un "no" a todo. —me miró— venga, ¿qué excusa tienes esta vez?

Tengo una cita con Owen. Fue lo primero que pensé, aunque no planeaba decir aquello.

            —Le prometí a Tracy que la ayudaría a estudiar...

El bufó.

            — ¿Desde cuándo Tracy Fisher necesita ayuda para estudiar? —preguntó él riendo— es una adicta a la cafeína, puede hacer todo sola con un poco de esa droga. Así que, dime algo más... interesante.

Cerré los ojos. Abrí la boca, pero luego la cerré. ¿Qué estaba haciendo? No, ¿Qué iba a hacer?

            —Sólo... llamaré y cancelaré, ¿bien? —dije sacando mi teléfono y por el rabillo del ojo, pude ver como sonreía lo que provocó que mi corazón se disparase.

Al tercer timbrazo, el respondió y me sorprendí a mí misma cuando me di cuenta de que hubiera deseado que no lo hiciera.

            — ¡Bianca! —saludó la voz extasiada de Owen, haciendo que algo en mi interior de estremeciera.

            —Hola...—sonreí— Oye, creo... creo que hoy no será una buena noche para lo que teníamos planeado.

El silencio se produjo en la línea por un par de segundos y fue cuando él continuó:

            —Está bien, Bianca —se aclaró la garganta— no te preocupes, ¿para otro día?

            —Sí, por supuesto y Owen... cuídate.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora