Capítulo 9

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Mi plática duró demasiado con Owen y causó que me acostara tarde, por lo que llegué retrasada al trabajo y entré a escondidas, para no ser reprendida. Barry me descubrió, pero decidió ignorarme; aun no descubría si su rechazo era por querer ayudarme, o porque ya no toleraba verme.

Dejé mis cosas junto a la puerta, me lavé las manos y me acerqué a las filas que esperaban las órdenes del chef. Sin embargo, cuando llegué mi mirada se posó en el rostro desconcertado de Adam y supe que estaba perdida.

El chef entró a la cocina, dio un discurso sobre lo excelentes que estuvimos aquella noche (corto y sencillo) y nos ordenó seguir con nuestro trabajo y todos los trabajadores se dispersaron por la cocina, excepto él y yo. Continué de pie en donde estaba, siendo presa de su intensa mirada y él siendo mi captor. Cuando aparté la mirada, fui libre y me escondí en la despensa de abarrotes; peto fui encontrada. Adam había entrado y cerrado la puerta detrás, dejándonos solos a él y a mí y a un montón de alimentos como testigos.

            — ¿Dónde te metiste? —preguntó él acercándose, lo que provocó que me apegase a la pared atrás mío. El frunció el ceño ante mi acción, era claro que el esperaba algo más de mí.

            —Estuve... estuve lejos. —fue lo único que se me ocurrió decir. El frunció el ceño poco satisfecho por mi respuesta, pero su acción continua fue la que me dejó sorprendida a mí esta vez. Se acercó a pasos rápidos hacia mí, me tomó del brazo, me pegó a su cuerpo y me besó fugazmente en los labios; sólo como él sabía hacer: intensa y profundamente.

Gemí por la sorpresa y sin desear alejarme del todo, lo hice. Me separé de él rompiendo el beso y tomando las pocas fuerzas que él me había arrebatado en ese solo instante, lo miré alejándome.

            — ¿Todo bien? —preguntó claramente confundido. Hice una mueca.

            —Creo que estás confundiendo las cosas. —susurré mirándolo. Él frunció el ceño aún más, pero luego de observarme mejor, endureció la mandíbula consciente de lo que se venía.

            —Lo que pasó entre nosotros no cambia las cosas, ¿no es así? —habló él. Asentí con la cabeza. — ¿Te arrepientes?

            — ¡No! —me apresuré a decir— Bueno, no lo sé... tal vez. Sé que debería. —susurré algo cohibida por su intensa mirada.

            —Explícate. —ordenó él. Actuaba como si fuese nada más que su empleada, y lo era.

            —Eso nos ha detenido antes. —me recordó— Además, no será pormucho más.

            —Eso dijiste. Sin embargo, ayer...

Sus ojos se agrandaron.

            —Me viste. —habló cerrando los ojos. Asentí con la cabeza. Él me miró. —Eso debió de haberte confundido.

            —Al principio. —reconocí— pero luego comprendí que ella es tu esposa y alguna vez fue la mujer de tu vida...

            —Eso no es verdad. —me interrumpió. Lo miré consciente de lo que esas palabras causaron en mí.

Aun así, continué:

            —Está bien quererla y en el fondo desear que las cosas mejoren... y yo no puedo interferir en ello.

Él se acercó un poco.

            —No, Bianca, tú no...

            —Por favor, escucha. —pedí. Él se detuvo.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora