Capítulo 3

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-Falta algo de sal. -dijo Barry probando un poco de mi salsa. Rápidamente tomé el tarrito de sal y vertí un poco de este sobre mi salsa. Una vez, ya hecho eso, tomé una cuchara y le hice probar una vez más a Barry.

- ¿Y ahora? -pregunté algo nerviosa. Me miró y sonrió.

-Perfecta. -respondió él.

-Según tengo entendido, el chef es el que decide si la salsa está bien o no. -habló la ronca voz de Adam sobresaltándome por completo. Me giré para mirarlo junto con Barry y pude sentir cómo él se tensaba.

-Jefe, he... si, -empezó Barry nervioso- sólo di mi punto de vista. -indicó Barry titubeante, sentí un poco de pena por él.

Adam no dijo más, simplemente alzó una ceja y Barry captó aquello como una señal: Vete y eso fue lo que hizo.

-No debiste ser tan cruel. -hablé mirándole. Una vez más, llevaba traje.

-Y él no debería actuar como un sabelotodo menospreciando tu trabajo.

Giré los ojos.

-Otra vez, estás sobre actuando. Sueles hacerlo cuando algo te fastidia. -hablé mientras removía un poco la salsa- y puede que mi salsa si le faltase sal. -le dije mirándole. El levantó un poco la esquina de sus labios y se acercó lo suficiente como para hacerme retroceder un centímetro a causa del nerviosismo.

-No dudes de ti misma, Bianca. -susurró él en mi oído- Nunca lo has hecho, no empieces ahora.

Lo miré y entonces, él se alejó.

Inhalé y exhalé lentamente dejando que miles de sentimientos me embargasen.

Aquel día pasó con total sencillez. Realicé uno que otro plato y entregué una que otra orden y pasé desapercibida por el chef; por lo que, resultó algo frustrante para mí pobre ego. Ya que, aun no lograba hacer algo que al hombre que le impresionase aún. Sumándole a eso que, no pude ignorar la presencia de Adam por todo el restaurante, a cada momento y en cada lugar. Notaba como me regalaba miradas de soslayo y juro que yo hacía todo para no devolvérselas, pero fracasaba épicamente.

-Bianca, ¿vienes? -preguntó Barry tomando su chaqueta. Sonreí tomando la mía y negué con la cabeza. Me le acerqué, pero la voz de Adam de detuvo:

-Bianca, aun te faltan esos platos del allá al fondo. -dijo con voz en alto. Me detuve, dándole la espalda a Adam y mirando a Barry, el me regaló una mirada de lástima y cerrando la puerta se fue. Saqué mi teléfono y tecleé:

"No creo que vaya a casa temprano para festeja, T"

Me giré y dejando mi chaqueta nuevamente en el colgador, regresé hacia el interior de la cocina. No quería ningún trato especial, pero tampoco quería me explotasen. Ya iban siendo dos veces la que me quedaba, debía empezar a tocarle a alguien más; sin embargo, no quería lucir como una quejumbrosa, no me convenía si quería mantener el trabajo.

- ¿Te quedarás, también? -pregunté observando como él empezaba a tomar un trapo. ¿Por qué se quedaba? ¿No se supone que debería estar en casa con su... esposa?

Hizo una mueca.

-Así es. -respondió él, sin decir más.

Tomé una gran bocanada de aire.

- ¿No te esperan en casa? -pregunté.

El me miró curioso.

-Devora sabe que llegaré tarde. - respondió él dando por finalizada esa conversación. Sin duda alguna, no me acostumbraba a escuchar su nombre aún.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora