Capítulo 13

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Cuando por fin las lágrimas dejaron de caerme por chorros, me di un baño, me metí en el pijama y me fui a la cama, abrazando mi ejemplar de Cumbres Borrascosas; cuando ya casi estaba por atrapar el sueño, escucho un ruido y seguido de este, una maldición. Asustada, me levanté de la cama, aunque todo en mi gritaba que no lo hiciese y cuando abrí la puerta, supe que no debía de hacerlo.

Ahí estaba él. Con una botella de bourbon en la mano, la corbata de su traje en el bolsillo de su terno, el saco en su otra mano y su camisa con los tres botones abiertos. Su cabello estaba despeinado y tenía los ojos inyectados de sangre por el alcohol.

—Bianca...—susurró el al verme, consternado. Se calló un momento y después de tragar pesado dijo: —Lamento haberte despertado.

Oh, ¿sólo eso lamentas?

—Sí, solo no lo vuelvas a hacer. —hablé regresando a mi habitación, pero su voz me detuvo.

—En serio lo siento, Bianca. —volvió a decir él. Cerré los ojos, sabiendo que él no podía verme y me abracé a mí misma. —Se... sé qué piensas que te utilicé y que lo que siento por ti es algo físico, pero no es cierto.

Me giré para verlo.

—Diablos, por supuesto que no es cierto. Joder, yo... te veía en el trabajo a lo lejos y me mataba no poder ir y tocarte, besarte, sentirte... me ha estado matando desde hace ocho años; imaginar tu vida... imaginar tu esposo, tus hijos, que pudieron ser los míos y luego ver esta jodida realidad en la que nos hemos estancado. Y cuando supe que vendrías conmigo a este viaje, no quería que lo hicieras y sé que puede sonar egoísta, pero no confío en mí mismo cuando estoy contigo.

Suspiré, sintiéndome como miles de emociones por procesar me embargaban de un solo golpe. Mis ojos se posaron en el reloj digital de a un lado y noté que eran las tres y media de la mañana; no podía procesar todo esto a esta hora de la mañana y él completamente bebido.

—Adam, no tengo cabeza para procesar lo que me dices, no ahora, no después de lo que acaba de pasar, no a esta hora de la mañana y no contigo completamente fuera de sí. Además, no me gusta cuando bebes, me trae terribles recuerdos.

De pronto, sus ojos se agrandaron y su mandíbula se tensó.

— ¡Ya basta de culparme por eso, por favor! —gritó él haciendo que saltase del susto— ¡Era un crío y no sabía que estabas embarazada! ¡Me desquició verte con alguien más y estaba bebido, joder! ¡Yo nunca te hubiera lastimado a propósito! ¡Jamás! ¡Deja de condenarnos por errores del pasado! ¿Crees que no perdí algo también? ¡YO TE PERDÍ! ¡Y también a nuestro bebé! ¡Perdí lo que teníamos! ¡PERDÍ TODO! —gritó lanzando la botella de licor, haciendo que temblase y me cubriese el rostro.

El notó lo que había causado y a pasos rápidos se acercó a mí, yo retrocedí, se detuvo en cuanto lo hice; ya que, se había dado cuenta de cuan asustada me encontraba.

—Me... temes. —susurró él consternado.

—Cuando estás ebrio... no eres tú mismo. —hablé. El miró a su alrededor, desesperado y ansioso y luego miró sus manos.

—Soy despreciable—habló lentamente. Me horroricé en cuanto dijo esas palabras, me tapé la boca para no llorar. —Asesiné a nuestro bebé.

No me había dado cuenta cuando mis lágrimas cayeron, ni cuando me acerqué a él y lo rodeé con los brazos.

—Bianca... soy.... Lo siento, lo siento, maldita sea, no quise hacernos esto... Bianca...—y poco a poco fue arrodillándose hasta quedar hincado al suelo, mientras me rodeaba la cintura con las manos y ambos llorábamos por lo perdido.

❊❊❊

Cuando la luz se filtró por las cortinas juntas y me dio justo en la cara, supe que tenía que despertar. Abrí un ojo y lo primero que vi fue una puerta, abrí el otro, pestañeé un poco y me levanté del todo, pero al hacerlo, la cabeza de Adam cayó en mi falta, y me asusté, de manera, que solté un gritito, que lo despertó a él.

— ¿Qué? Joder, mi cabeza...—gruñó él cerrando los párpados fuertemente— ¿Qué pasó anoche? —preguntó él.

Lo miré.

—Nos quedamos dormidos...—susurré bostezando, lo miré— creo que nos acurrucamos.

El me miró y una sonrisa soñolienta apareció en su rostro.

—No pensé que nos acurrucaríamos nuevamente. —dijo él. Sonreí apenada, me puse de pie y fui a mi cuarto.

—Espera, ¿a dónde vas? —preguntó él. Lo miré.

—A prepararme. Tengo que empacar para irme.

El pestañeó.

— ¿Qué? ¿Ni siquiera planeas desayunar? —preguntó él casi... desesperado.

—Comeré algo en el aeropuerto. —hablé. El frunció el ceño una vez más.

—No, la comida allá es una mierda, pediré el servicio a la habitación.

—Adam.

— ¿Hmm? —preguntó él tecleando los números de recepción.

—Necesito irme.

—Lo sé, y yo también, pero....

—No, Adam. Yo... necesito salir de aquí.

El dejó de teclear y guardó el teléfono.

—Bien. —respondió él—Iré a por mis cosas, e iremos.

Negué con la cabeza.

—Está bien, iré sola.

—Bianca, sé que lo que pasó...

—No, Adam. No sabes lo que esto significa para mí.

—Significa lo mismo para mí, ¿cómo puedo demostrártelo? —preguntó él desesperadamente.

—Dándome espacio. —pedí

Dicho eso, entré a la habitación y la cerré atrás mío.

❊❊❊

El viaje de regreso a casa, fue tranquilo. Me mantuve dormida casi todo el viaje y cuando no lo estaba, bebía cuantos tragos del alcohol fueran posibles. En cuanto toqué el suelo americano, mi camino junto con el de Adam se separaron, aunque el insistió en llevarme a casa, no se lo permití, necesitaba pensar.

Sus palabras, aún seguían en mi cabeza y sus ojos, desesperados de mí, de que no me alejara, perforaban mi alma y la manera en cómo se refirió a sí mismo, por lo causado, por nuestro bebé. Creo que todo el tiempo me había enfocado en lo que había perdido yo, pero no me había dado cuenta de lo que también había perdido él.

Cuando llegué a casa, una nota en la puerta me esperaba "Llegaré tarde, tengo rutinas. Lamento no haber podido recogerte. Te quiere, T", sonreí al leer la nota y la guardé en mi bolsillo. Me adentré al departamento, dejé mis maletas en la sala y fui directo a mí habitación.

Miré a miré a mí alrededor y me fijé en unos platos sucios con sobras de pizza y pensando en lo floja que es Tracy para lavarlos, los tomé y fui a la cocina, pero la contestadora me detuvo:
"Bianca..."

Me detuve y dejé los platos en la mesa, nuevamente. Me giré y miré la contestadora, era la voz de Adam.

"Sé que quieres espacio y lo último que deseas es verme, así que decidí llamarte... para saber si estabas bien. Por favor, dime que estás bien, dime que llegaste a salvo; joder, no debí de haberte embarcado en un maldito taxi, yo... —se detuvo, y yo me tapé la boca para no decir algo, por puro impulso— háblame, ¿sí? Y... piensa en lo que te dije, por nosotros..."

Fue cuando el colgó.

Tomé una bocanada de aire.

¿Qué era lo que él deseaba? ¿Qué corriera a sus brazos para decirle que lo amo y que no importa nuestro pasado, sino como reconstruiremos nuestro futuro? No. Nuestro pasado importa. Poder sanar y olvidar, también importa y parte de mí siente que... si perdono esto, si dejo ir todo esto, estaré dejando ir a mi bebé, lo estaré olvidando y no puedo hacerlo, no puedo dejarlo ir, no todavía.

La Receta para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora