Yacemos sobre el suelo o la hierba. Hemos caído. Pensamos que es imposible tocar más fondo aún, porque estamos ahí.
Un ambiente desolador y tétrico. Aquellos instantes nos dicen que estamos realizando acciones erróneas, que somos seres insignificantes e iletrados, que todo funciona a la perfección excepto nosotros.
Y observamos, desde la tierra, cómo se mantienen las coníferas estables de los demás árboles verdes, mientras que somos una hoja marchita.
De un árbol moribundo. Enterrado en superficie infértil. Sin agua pura ni nubes claras. Sin sol.
Cuando creemos que caímos bajo es donde mayor esperanza debe existir.
Puede ser que dentro del hogar, tu familia no entiende tu forma de ser. Y no sé si conocías esto, pero el ser humano le teme a lo desconocido. Le teme a la oscuridad tan sólo porque no sabe lo que allí está; y piensa, únicamente, en el peligro que le pueda ocasionar.
Muchos temen a un cambio: a dejar sus raíces y convertirse en robles fuertes y seguros de sí mismos, y por dicho miedo, evitan que otros crezcan y se formen. Evitan la expresión. Porque se considera malo: una perforación, una vestimenta, un vocablo, una estilo de cabello, una risa, la inocencia, una pareja, las relaciones sexuales, unos amigos, si se estudia, si no se estudia, si no voy a tal grupo religioso, amar a alguien, viajar a nuevos sitios, etcétera.
Sin embargo, ahí es cuando nos preguntamos: "¿por qué? ¿Por qué es malo? ¿Quién dijo que era incorrecto? ¿A dónde se fue mi felicidad?" Y no se trata de andar por el mundo con el albedrío por los aires: no; sino, de aprender y de poder, uno mismo, justificarse el bien y el mal. Tampoco es justo culpar a nuestras familias, pues, debemos admitir que los años en los cuales habitamos son mucho más 'abiertos', en comparación con los que ellos vivieron.
¿Se necesita consejo? Sí.
Pero busquemos ese consejo, amemos al mundo que nos rodea porque, en el fondo, es hermoso e increíble. No solo seamos la hoja que perece en el suelo, sino que convirtámonos en sauces de corteza duradera y de ramas extensas. De decir que cuando se quiere, se puede.
Una esperanza de vida es lo que nos impulsaría a ser felices. Así que, cuando pasamos una mala racha, un pleitecillo, o un disturbio, sepamos que pronto pasará. No vale la pena perder tiempo con problemas sin solución. ¡Marquemos la diferencia! Tiempo de decir: ¡sí!