Se teme. Es simple.
No hay porqué juzgarse uno mismo; tampoco a las personas que nos rodean, pues, siendo honestos, únicamente estamos nosotros. Somos los culpables, los asesinos de nuestra vida, aquellos que se rindieron y no lucharon.
A veces, somos la muerte en medio de una gran batalla: cuyo dardo certero pega en el mismísimo cuerpo propio. De cada uno.
Somos la nota más baja de una melodía trágica.
Y cuando se está allí, dentro de ese momento en el que creemos que somos lo peor que la existencia pudo concebir, es, tan sólo, porque hemos tenido miedo.
Miedo de nosotros mismos, de no lograr lo que se desea. Terror ante nuestros sentimientos; a no utilizar la palabra 'poder'.
Miedo a fracasar por un amor, por nuestras habilidades, porque el eliminamos las posibilidades de ganar nuestro juego de cartas, y en la mesa no queda más que los restos de una gran partida, que en ocasiones olvidamos. Y eso es triste.
Miedo... Miedo a seguir dentro de una institución que nos maltrata.
Sentir pánico a vivir.
Parece que nuestro destino hace estremecernos de cierto dolor psicológico, tan suave, sutil, e impercibible para el mundo, el cual se manifiesta en millones de formas.
De llegar a nuestra cama a llorar, a pensar en morir. De igual manera, nadie sabe lo que sigue después.
Nadie es capaz de redactar el siguiente capítulo del libro en el que habitamos.
De reconocer que la luz de nuestro camino ha sido apagada.
De las burlas; de los susurros; de los secretos; de las prohibiciones; de la mente; de la aceptación; de la decepción; del futuro incierto; de los cambios.
Se trata de lo desconocido y de lo que jamás podremos saber si no se intenta.
¡Vaya qué es difícil!
Sin embargo, se debe descubrir lo que yace en medio de la oscuridad: ¿qué vamos a perder?
Arribamos a este universo sin nada, y sin nada volveremos. Nada. Nada. Nada.
No existe nada más que perder, inclusive la dignidad misma carece de valor.
Sí.
No.
No lo sé. Pero se puede descubrir la luz para volver de entre las tinieblas. Es posible regresar mientras sigamos aquí. De reparar el pasado, mas no cambiarlo, ya que, sin él, no hubiésemos despertado.
¡Vamos!
Hay incienso y cerillas para encender una luz diminuta y noble: de la luz viene el calor, y del calor las llamaradas que se alzan por los aires con gran delicadeza y poder.
¿Miedo?
¿Miedo a ser feliz?
Suele suceder.
Que el 'querer' sea 'poder'.
Y si la oscuridad vuelve, iluminémosla.