La Carta

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No sé muy bien por dónde empezar. Es difícil para mí decirte esto, pero estoy listo. Solo pido que tú también lo estés.

Hoy, al mediodía, sentí un gran deseo de salir de mi casa y mirar hacia arriba, así que dejé a un lado todo lo que estaba haciendo para poder salir.

Al cruzar a través del umbral de la puerta, una brisa dulce me hizo recordarte. ¡Lo peor es que no quería hacerlo! No quería pensar en ti, sin embargo, lo hice.

Entonces, salí y me recosté sobre la hierba fresca sin pensarlo. Veía como las nubes cruzaban el cielo de un lado a otro, suavemente, en una danza perfecta.

Y al ver aquella nubes, de repente, nos vi allí. Vi como cada una contenía una escena de nuestra relación.

Dentro de una había dos manos entrelazadas fuertemente, y prometían que nunca se soltarían. Pero se soltaron: despacio; y el tiempo se encargaba de alejarlas más. Fue cuando sentí el calor de tu mano en la mía, aunque ya no estuvieras aquí.

Otra, un poco más grande, contenía a nuestro primer beso, y sí, tal vez no fue el más perfecto, ni el más duradero, pero fue el nuestro. ¡Tenía tantos nervios! ¿Sabes? Era la primera vez que mis labios tocarían otros.

La que seguía no la pude apreciar bien, pero podía afirmar que era nuestra primer cita. Hablabas, y hablabas sin parar. ¡Yo sólo te miraba y quería que nunca te detuvieras!

Después de tantas más, llegó la última. Esa nube fue diferente, era gris.
Allí nos gritabamos y prometimos despedirnos. Adiós por siempre.

Y perdóname, porque no pude cumplir la promesa. Te extraño...

Mi motor cada día fue amarte, pero no de la forma en que tú lo crees.

Cada vez que estabas con tus amigos y amigas y reías, yo reía también. Te vi decir y hacer locuras cuando menos lo imaginabas.

En el instituto, durante cada rato libre, corría a buscarte, y, desde fuera, te observaba.
Observaba esa sonrisa tan tierna, y tus ojos... Tan perfectos.

Ahora que lejos andas, y de mí seguro te has olvidado ya, quería expresarte que mi secreto para ser feliz eras tú. Y nunca lo dije.

Espero que leas esto y entiendas lo mucho que lamento no habértelo mencionado. Lamento que ambos no cumplieramos nuestras expectativas.

Aunque, a la hora de no ser más tuyo, solo debo agradecerte, porque me has enseñado a ser fuerte; a abrir mis ojos ante el mundo que me rodeaba. Me valoro y me conozco.

Voy a liberar las cadenas de las que estoy atado, y gritaré con todo pulmón.

A pesar de que me hacías feliz, aún quiero verte. Aún eres especial. Y, tal vez no todo esté perdido.

Pero yo no me daré el lujo de averiguarlo. Decidí cambiar para ser mejor, y tú solo serás una buena parte de mi historia.

Busca tus sueños, que yo estoy encontrando los míos.

¡Hasta pronto!

– El que fue alguien una vez

Tengo que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora