Al son de una balada tranquila y el susurro del viento, es necesario estar. No querer, ni amar; sino, contener el aliento y observar al mar sobre la orilla.
Se levanta la mirada; se cierran los ojos; se pide un deseo. A solas: de igual manera, a ras del suelo, al ignorar una velada y palomas al vuelo, la opinión sin moros, excepto de mí, es perfecta.
Espíritu contra espíritu, y corazón rojo, de lleno se ubica en el cielo, pues libero mi alma para que dance con tul junto al violín que el Universo pone con anhelo, y yo ya no soy yo.
Abro mi mente, haya sol o luna menguante, y creciente voy hacia el confín del todo, allí donde la nada empezó a ser algo.
Muy bello, adornado con sus mejores rubíes, para que coqueta la viésemos posar en algún lado.Mientras el silencio me abriga, yo aprieto mis párpados con extrema presión. Ya no pediré una mano amiga.
Empezaré a suturar mi piel junto al elegante bordado negro que rodea mi hogar, mi planeta. Sé que hoy a las estrellas podré agradar. Uno piel e infinito. ¡Vaya emoción recorre yacer en el vacío!
Entonces, se sentirá cálidos los hombros y en partículas doradas me desprenderé. Sin miedo, ¿por qué temer?
Un conjuro que prosélito ya no es, para jamás regresar ni depender de mí. Y las estrellas brillan más durante su progresivo ballet. Suenan campanas. El telón cierra, y la obra ya no es actuada. Es, por completo, real.
Estaré bien. Mis brazos duelen y mi cuerpo cansado expresa su sufrimiento. Siento la aguja cosiendo con empeño; el manto del Universo es mío y yo de él.
¡Cuánto duele esbozar una sonrisa! Probablemente no quede ninguna.
Y quiero sonreír.
Así, el confort es duradero y la paz alumbra el jardín de mi vida.El violín suena claro y fuerte.
Sin embargo, es triste.
Y las luces se apagan.
Y a la orilla del mar.
Y al susurro del viento, siento cómo brillo en el cielo.
De las estrellas me apego.
Y ahora soy libre.