Érase una vez

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Érase una vez fue mi amor. Estuvo dentro de cada cavidad de mi corazón. Lo introduje en mi mundo, y yo en el de él. Un romance dulce y poderoso; tanto, que cuando estaba junto a él, cerraba mis puños y ojos, y aseguraba, con buena fe, que era inquebrantable. Esto lo mencioné, claro, porque hube caído en las garras del mismo. Porque me contuvo cual pócima en su frasco, mientras que yo dejaba que lo hiciera.
Pues estaba ciego, y observé.
Pues estaba sordo, y escuchaba.
Todo mi ser llegó a encarcelarse en mi amor, llamado con una palabra por nombre propio.
Fui capaz de darle todo lo que podía, de defenderle ante cualquier persona que pusiese en duda nuestra relación. Vagamos por los senderos de cada ciudad del mundo. Confirmábamos nuestro amor cuando, de manera inconsiente, entrelazábamos cada dedo de nuestra mano y uníamos nuestros cuerpos.
Y de distintas formas, unimos nuestras almas. Porque cada instante que pasé a su lado, se convertía en horas, sin embargo, yo me sentía feliz, seguro, protegido sobre la presencia de mi amor. Al igual, yo también le protegía con esmero, y cuando mis labios tocaban los suyos, podía comprender la belleza de dos almas juntándose.
Si pudiera estar donde estás ahora...
Si pudiera tocar de nuevo tus manos...
Si tuviese una oportunidad más estar contigo, lo haría, sin temor alguno...
Te amé, y no suelo amar a cualquiera.
Robaste una pieza de mi corazón.
Lo sé, huí de ti. Sin aviso ni justificación, mas, no sabes cuánto lo lamento. Aún estás en mis sueños y presente durante mis días.
A pesar de todo, aún pienso en cada sonrisa que provocaste en mi boca.
Recuerdo tus historias, metas, sueños, frases, gustos, provocaciones, deseos, valores, habilidades... Recuerdo todo lo que te hace ser.
Ahora, solo espero que puedas leer mis cartas, y logres comprender mi mensaje, ya que debo seguir adelante: mi vida no se acabará.
Es difícil, pero érase una vez tú y yo, dos personajes de distintos planetas que se encontraron y se amaron en una ocasión.
Déjame ser libre y respirar en la cumbre de una montaña, porque hicimos historia, y la nuestra quedó escrita en un libro. Sellada.
Déjame escribir otro; déjame encontrarme a mí en este... Ya la vida me tomará en sus brazos, y aunque me duela, soy fuerte, invencible, y poderoso.

Tengo que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora