En varias ocasiones, solemos planear un día para que sea extraordinario. Se piensa en el lugar, la hora, el escenario, la salud, y se confía plenamente, por sobre todo, en que se será feliz durante esas horas.
El problema es que no siempre sucede así, apostaría por decir que nunca sucede, porque cuando todo está organizado siempre existe algún detalle que escapa del protocolo. Por tal asunto, somos miserables por unos segundos. Luego, lo olvidamos y nos devolvemos a la 'fiesta'. Pero ese detalle fue imprescindible: marcó la diferencia. Fuimos miserables, y por ello no es justo decir que fue perfecto.
El día perfecto llega cuando menos se espera. Es sorpresivo, y su sutileza nos emociona. Un día tan singular, que nuestra memoria lo recuerda por décadas. Algo inesperado.
Invertimos energía en crear nuestro gozo, lo que la gente no toma en cuenta es que las fiestas tienen su fin: entonces, es posible especular, que esa felicidad también tiene su fin.
¿Por qué no ser auténticos?
¿Por qué no cambiar el verbo planear, por vivir?
En muchos momentos postergamos nuestra vida; decimos: "estudiaré a los dieciocho, me casaré y tendré hijos, luego trabajaré arduamente por hacer felices a mis hijos lo que conlleva a no viajar, ni realizar actividades de ocio, y dejar a mi marido o a mi esposa en segundo plano, pues, de todas maneras, me 'ama'; cuando tenga cincuenta estaré a la mitad de mi vida y veré cómo ellos me faltarán al respeto y conseguirán su felicidad porque, para entonces, seremos muy anticuados y molestos, luego me jubilaré y me quedaré en mi hogar veinte años más, al final, moriré junto con mis únicos dos o tres amigos de vida, ya que solamente ellos quedaron para mí.
Esa es la vida común.
Creamos o no en alguna deidad, es de vital importancia reconocer que todos tenemos un fin en particular, que servimos para algo. Que representamos la belleza del verbo ser, porque somos.
No importa la edad que tengamos, debemos renovar nuestro plan de vida, o empezar a construirlo.
Si queremos cantar: cantemos.
Si queremos bailar: bailemos.
Seamos nosotros mismos, para que todos los días sean nuestros "días perfectos".
Si escudriñamos este mensaje, veremos que nada infringe las leyes de nuestro mundo.
Habrá gente que no querrá que salgamos adelante. Personas repletas de envidia.
Enamoremonos de alguien a quién siempre hemos amado; hablemos con extraños gentiles; formemos nuestras propias experiencias, con cautela claro está.
Sabemos bien que no somos, ni estamos dentro de una casualidad: ¡por favor!
Tan sólo miremos nuestro alrededor, y nos daremos cuenta que la realidad, después de analizarla, no es tan real. ¿Qué es lo real? ¿Quién decidió a la justicia y a la razón, en la cual vivimos?
Días perfectos, días perfectos... Son tantos y tan pocos a la vez, mas existen y son posibles de conseguir.
Sin embargo, antes de presenciar uno solo, debemos querer lo que somos; necesitamos sonreír y comenzar a amar.
Porque días perfectos, llevan a vidas perfectas, y así seremos alegres por largo tiempo.