... seguimos ...

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Llevamos una hora conversando de temas en general.

- Es una bella tarde la brisa ha refrescado el ambiente, justo para una caminata. ¿Te gustaría? - dice estirándose en su silla.

- Mmm sí, claro.- Me tomó un momento abandonar la idea de la comodidad de la mesa como distancia entre ambos, así como del hecho de estar rodeados de los demás comensales. –Si me permite, iré a...

- Por supuesto, adelante, yo me encargo de la cuenta.

- Ohh claro, permítame... - digo mientras saco el dinero

- Laila, por favor.- Dice con precisión negando enérgicamente.

- Muy bien. Muchas gracias, enseguida regreso.

Me parece que volé al tocador, pero ya estando aquí, he logrado respirar. Una mujer y su hija salen dejándome sola en el lugar,  me planto frente al espejo y pienso en qué me está pasando. 

Tengo una conversación conmigo misma, solo se trata de un futuro colega y antiguo catedrático. Además no es tan viejo... Veo en el espejo una chica que pone los ojos en blanco. Cuántos años más puede tener... Cinco, ocho... ¡Por Dios! que importa cuántos años tiene, acaso estoy flirteando con él. Debo tranquilizarme. Lo mejor que puedo hacer es relajarme y dejar de pensar.

Pero un poco de maquillaje no me vendría mal. La chica del espejo sonríe en aprobación.  ¡Que pelo! Justo hoy tenia que decidir no alisarlo...

 Quién dice arreglarme un poco podría ser contraproducente. Después de todo caminaremos por los alrededores, todo el mundo nos verá. Creo que olvidé mi perfume... Rebusco en mi bolso ¡No! Aquí está.

Habiendo comprobado que mi apariencia está en orden más veces de las que debería haberlo hecho, salgo a su encuentro.

- Lista. ¿Hacia dónde gusta caminar?- pregunto nerviosa.

- No lo sé. Tomemos esta calle y veremos a donde nos lleva.

- Bueno en realidad esa calle conduce a...

- Laila ... Es solo un decir.

- Sí, claro.- digo en voz baja, ¡Qué vergüenza!, en que estaba pensando. Debo tranquilizarme o de fijo notará que me pone nerviosa.

- ¿Por qué te gusta venir aquí, Laila?

- Ah... No lo sé. Creo que por que es un lugar bastante tranquilo, el clima es perfecto y puedo descansar de la rutina estando aquí.

- Interesante. Por un momento pensé que dirías que era porque aquí hornean las mejores galletas de mantequilla.- Dice sonriendo, es sorprendente que de pronto me dé cuenta de lo mucho que puede llegar a saber de mí.

- Lo dice, por que a usted le gustan, supongo.

-¿No te gustan a ti?

- Por supuesto, son deliciosas. Por cierto, muchas gracias por pagar mi cuenta.

- No veo porque te sorprende- su tono de voz cambia - Somos dos amigos que comparten agua mineral, un café y unas deliciosas galletas. Es lógico que yo tome la cuenta o acaso eres de esas chicas modernas que les gusta alardear pagando las cuentas antes que los chicos.

Su mirada es seria, pero no incomoda, simplemente parece confuso.

- Tanto como alardear, para nada. Pero usualmente cuando salimos con...

Una tarde a mitad del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora