... complicaciones ...

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El vaivén del columpio, sentir aire fresco en mi rostro y la seguridad de su compañía me da una paz interior reconfortante, por un momento me dejo llevar lejos de todo lo que me perturbaba.

-¿Quieres irte ya?

Lo que menos quiero es irme, porque no sé si lo volveré a ver. Pero tampoco puedo retenerlo a mi lado eternamente.

- Me parece que ya es tarde.

Se pone de pie y luego me ayuda. Caminábamos de la mano hacia el salón interior. Cuando pasamos junto al chico del piano sus ojos azules vuelven a encontrarse con los míos y esta vez me guiñe el ojo, reacciono con asombro y sonrío ante su osadía.

-¿Lo conoces?

Su rostro se tensa y suelta mi mano para abrazar mi cintura acercándome a él.

- No para nada.

No dice nada mientras salimos del lugar, pero percibo su mal humor. El mesero nos intercepta y le entrega lo que imagino es la factura y luego de guardarla vuelve a tomar mi mano.

Caminamos hacia el carro, cuando siento tensión en sus dedos, pero merma considerablemente conforme nos acercamos a una pareja que avanzaba hacia nosotros. Sé que está nervioso, lo curioso es que durante la tarde nos han visto muchas personas...

Para mi sorpresa Christopher los saludó cordialmente.

- Laila te presento a Otto y Karin.- dice con una sonrisa un poco tensa.

- Mucho gusto.- saludo con mi mano derecha a cada uno, al tiempo que intento librarme de su mano, sin que él lo permita.

-¿Laila, tu alumna?- puntualiza Otto viéndome sorprendido al igual que Karin.

- Si, en efecto es ella - responde tranquilamente.

Quedo paralizada ante lo que escucho, ambos sostienen una mirada de incredulidad y sonríen hacia nosotros. Esto sale de lo común, como es que me conocen... Y ahora es que soy  ¿"la alumna"?... No puedo evitar sentirme muy incomoda y definitivamente logro liberar mi mano y distanciarme un poco de él.

Y los niños, no vienen con ustedes. - dice inclinándose esperando verlos llegar tras ellos - Qué crueles son al salir a pasear sin esos adorables monstruos - dice Christopher divertido.

- Prefirieron quedarse en casa de unos amigos, por eso aprovechamos para una escapadita - le confía Karin. – ¿Y ustedes, ya de salida?

- Sí, estábamos por irnos - respondo molesta y muy intrigada.

- Sería una lástima no compartir con ustedes, quizá puedan quedarse un rato más.- inquiere Otto en un tono bastante condescendiente.

- Bien, nosotros...- Christopher me mira y en seguida comprendo que desea pasar un rato más en este lugar.

- Por mí encantada... Siempre y cuando me aclaren cómo es que saben de mí y yo no de ustedes.- me adelanto a decir sosteniendo una fuerte mirada a mis interlocutores.

- Eso será un interesante tema de conversación, sigamos al bar les parece...- y enfilando el grupo Karin nos guía a una mesa en el interior del salón.

Nuevamente me encuentro con la mirada azul del pianista que continua sonriendo con sus manos moviéndose ágilmente entre las teclas. Halando de mi brazo discretamente, Christopher cuestiona - ¿Estás segura de esto? Si quieres, puedo excusarnos e irnos. No te sientas comprometida.

Una tarde a mitad del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora