... una fresca brisa ...

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Estoy a punto de despedirme de alguien que ha despertado en mí una sensación completamente nueva y no sé cómo evitarlo.

Llegamos al parque, pasamos junto a un joven que está pintando un cuadro al óleo. Me detengo por unos segundos a ver algunos de sus cuadros con paisajes del lugar, a colores y sephia. Pero hay uno que llama más mi atención: proyecta una ventana colonial vista desde el interior de la habitación, en una gala de tonos marrón oscuros que texturizan la mampostería del muro de estuco desgastado por el tiempo, que se van iluminando hacia la profundidad de la bóveda de la ventana, detallando un marco de madera de una de las puertas abiertas del ventanal recostado en el interior de la bóveda hasta el detalle colorido del paisaje exterior, que vislumbra el primer plano de un campo cercado que anteceda a una fachada con un fondo boscoso y montañoso dejando ver el cielo claro y despejado.

La sensación de profundidad de la imagen, obliga a pensar que una está en el interior de la habitación al punto de vértigo al retomar la imagen real de la calle en que estamos parados.
Por un momento me dejé llevar por la imagen del cuadro, pero siento su presencia a mi lado. Giro hacia él justo cuando reanuda el paso. Al franquear la fuente, no puedo más. Debo decir algo, hacer algo, para evitar despedirnos.

-¡Ejem! Estoy cansada. Le gustaría sentarse por acá un rato - digo entrecortada y no precisamente por la caminata.

Por primera vez desde que salimos de los jardines, me ve a los ojos. Sostiene una mirada suave y segura, pero que no logro descifrar; sin mediar palabra extiende su mano hacia mí y con la otra señala una banca más allá.

Exhalo con profundo alivio y entonces me doy cuenta que estaba sosteniendo la respiración.

Nos sentamos uno al lado del otro. No sé cómo pasó pero después de muchos días de tensión, mi mente está en blanco. No tengo nada que decir y no logro pensar en nada concreto.
Él también se mantiene en silencio. Trato de encontrar algún tema para platicarle pero descarto cualquier opción por temor a sonar fuera de lugar. 

Cierro los ojos e inclino la cabeza hacia atrás, parece una eternidad de silencio a su lado... Hasta que me sobresalto al sentir que toma mi mano, le miro sin intención de interrumpirlo como juguetea con la pulsera... De la nada me dice:

- Un sol de verano (tomando el dije) y una extraña brisa de primavera (rozando con su dedo el tejido de hilos degradados en azul) la combinación perfecta.

Miro a sus ojos, dejándome ir entre los destellos verdes y lo profundo de su iris. Quiero decir mil cosas y a la vez no puedo articular palabra, solo logro balbucear...

- Los elementos necesarios para una tarde sublime.

- Sublime, eso es bueno. ¿Te parece que todo ha ido bien? - cuestiona sorprendido.

-¿Acaso a usted no?

- No puedo quejarme. Vine aquí con una pequeña esperanza y ahora he sobrepasado mis expectativas.- Su mirada parece apremiante.

- Lo siento, no le comprendo.

- Simplemente estar contigo ha sido maravilloso. Tienes una chispa y una ingenuidad, propias de ti.

- Para mí no solo ha sido sorpresiva su aparición acá, me ha impresionado el tiempo que ha dedicado en acompañarme. Y no he tenido ni la atención de preguntar si tiene algún compromiso que cumplir.

Me pregunto qué hora será y por primera vez lamento no tener la costumbre de usar reloj. Por qué en vez de admirarlos, no aprendo a portar uno, me regaño a mí misma.

Una tarde a mitad del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora