Su mirada juguetona me tenía cautivada.
- Te gustaría ir a un lugar, que en lo personal me parece encantador.
- Yo... No se... Quizá sea mejor que regrese, podría encontrar algo de tránsito a esta hora.- respondo dando un paso atrás, más nerviosa de lo normal.
No entiendo porque me altera tanto su cercanía. Mi respuesta parece sorprenderlo, por un breve momento veo inseguridad en sus ojos.
- Exacto, eso mismo encontrarás. No te preocupes, estarás bien. Es un lugar turístico, aunque por el día... No creo que haya gente.
- ¿Turístico?
- Si claro. Ven, es más estoy seguro de que ya has estado ahí.
Sin decir más, toma mi mano y empezamos a caminar.
Yo simplemente me dedico a seguirlo el paso, sin dejar de ver nuestras manos unidas. Lo fresco de su mano junto a la mía genera una sensación alucinante.
Me vienen a la mente la cantidad de veces, que tímidamente soñé con un momento como este. Realmente le atraigo y por supuesto él a mí.
Cuando al fin llegamos, reconozco el lugar de inmediato. La fachada con pilares emparejados y hornacinas: Los jardines de Santa Clara. Realmente son bellos, no hay mucho donde caminar pero es un lugar agradable para pasar un rato conversando.
- Lo conoces verdad.- Me pregunta mientras cruzamos la calle, aún tomada de su mano.
Al ingresar un señor nos da la bienvenida desde su escritorio circular lleno de volantes, trifoliares y postales, luego de cancelar el ingreso nos informa sobre el horario y los días en que suelen tener guías turísticos.
En un pequeño patio al lado del lobby, se encuentra una venta de artesanías y no freno mi impulso de curiosear entre los artículos. De pronto siento que toma mi mano y en ella él coloca una pulsera tejida con un colgante.
- Te parece esta o prefieres otra.- pregunta, mientras le paga al vendedor.
- Ésta es perfecta, justo el color que me gusta - digo mientras admiro el tejido con hilos entrecruzados y un hermoso colgante pendiendo de la unión. - Muchas gracias.
Y con la elegante reverencia de un caballero quitándose un sombrero ante una dama, me sonríe pide mi mano y luego la reposa en su brazo para guiar el paseo al estilo colonial. Su mirada resplandece y una sonrisa luce en su rostro.
– Sabes la historia de este lugar, sin duda.
- En realidad he venido y me han dado los panfletos - digo viendo de reojo el mostrador del lobby. -... Pero como buena visitante, no los leo.- confieso con un dejo de timidez.
Gira los ojos al cielo y resignado dirige el paseo rumbo al jardín de bugambilias que rodean la pequeña pileta perfilada en mampostería de piedra, e inicia diciendo:
- Bien déjame comentarte... El convento de Santa Clara, estuvo a cargo de las monjas clarisas que tenían estrecha colaboración con los frailes franciscanos.- me mira y sonríe.
- Supongo que usted si ha leído los panfletos...- digo bromeando, pero por lo visto él ha tomado muy en serio su faena y para mi sorpresa coloca un dedo sobre mis labios, haciéndome callar.
Sin embargo su gesto ha logrado más que eso, me paralizo en un segundo y no sé si es por la orden dada o por la sensibilidad de su piel en mis labios, noto que mi respiración está descontrolada y un rubor en mis mejillas, pero él ni siquiera se percata del efecto pues ha reanudado su relato, arrastrándome mientras reanuda el paso con mi brazo aun anclado en el suyo.
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Una tarde a mitad del verano
ChickLitLa primera parte de la historia sobre una chica universitaria, que está por tomar interesantes decisiones en su vida, para ello se toma una tarde para si misma, sin imaginarse que un encuentro casual podría cambiarlo todo. ...