Capítulo 4 Las bodas y los divorcios

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  La noche se hizo presente, está despejado dejando ver un cielo estrellado y la luna llena resplandece en tono naranja.

- Por qué no crees en el matrimonio - pregunta de pronto, y quiero pensar que su pregunta nace por la inspiración del tema de Eros Ramazoti, que el chico interpreta en el piano de fondo.

- Digamos que de la teoría a la práctica hay un mucho trecho, creo que hay una laguna en esta institución básicamente por considerarla como contrato, es decir una obligación - digo tratando de ordenar mis ideas.

- Veo tu punto. Pero qué hay del compromiso y el cumplimiento de ciertas obligaciones sociales, digamos las económicas...- dice pensativo. – Después de todo, no se trata solo de vivir y pasar momentos juntos... También hay que pagar los gastos y los servicios de la casa, el carro, la hipoteca... Algún día colegio y demás.

Bueno, es obvio que su concepto es más personal que el mío.

- Dicen que a la fuerza ni los zapatos entran...

- Ni la comida es buena, me lo sabía yo...- me interrumpe bromeando.

- Pues sí. Supongo que cuando las parejas caen en rutina y además "deben" cumplir obligadamente con algunos aspectos, se pierde el sentido de la voluntad y pasa a ser solo un compromiso, pero... ¿Dónde quedan los sentimientos?

-¡Los sentimientos! Bueno la ley no contempla sentimientos, si no realidades y estas comprenden el compromiso adquirido por ambos, el hombre de aportar lo económico y la mujer el cuidado y protección. Los sentimientos no se tipifican.

Me mira como exigiendo que comprenda, pero ni con la mayor de las explicaciones del derecho comparativo, lograrían hacerme cambiar de parecer, el matrimonio y yo no seremos amigos.

-¿Alguna vez has llevado un proceso de divorcio?

Y ahí vamos. Justo donde quería llegar.

- No, pero he estado junto a muchas amistades que lo han sufrido, como quien sufre una enfermedad. Y como dicen, a veces la cura es peor que el mal.

- Yo llevé el proceso de mi hermana, y fue realmente sufrido, tanto para ella como para mi cuñado. Quizá al terminar luego sea el inicio de algo diferente, pero no reduce el dolor del proceso.- dice con un dejo de tristeza.

- ¿Por qué usted y no otra persona, no es muy personal?

- Bueno, verás al ejercer nuestra profesión hay veces que no puedes negarte a llevar un caso y aunque intentes no involucrarte en él, si hay personas afines a ti, esto te afectará. Pero aun cuando no sean personas cercanas, ver el sufrimiento que algunos procesos conllevan, de una u otra forma, terminan afectándote o por lo menos te dejan pensando mucho al respecto de un tema.

- Eso es cierto... Nos emocionamos con los preparativos y sufrimos con la culminación.- digo pensando en mis amigas.

De pronto su rostro se desfigura -¡¿Has hecho preparativos para boda?!- pregunta intrigado con sus ojos muy abiertos y casi oscuros.

A ver... En qué está pensando, su rostro parece alarmado, acaso cree que yo...

- Por supuesto que sí. Soy una chica.

- ¡Oh! Pensé que...- definitivamente está muy confundido. Titubea tratando de darse a entender. –Entendí que no querías una boda.

- No dije que fuera para mí...-  no quiero sonreír más de la cuenta, pero me tienta el trastornarlo un poco con la idea.

- Me encanta eso de ti... - dice de pronto mientras sus dedos rozan la comisura de mis labios y libera mi labio.

Una tarde a mitad del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora