homeless // h.s (español) [ACTUALIZACIONES LENTAS]

once

- Harry, háblame más de ti.

- ¿Qué quiere saber, señor?

Willow y su madre preparaban la cena en la cocina mientras su padre y Harry charlaban en el salón, con el sonido de la televisión de fondo.

- Dime, ¿qué quieres ser? ¿En qué quieres especializarte? ¿Te ves en la universidad en el futuro?

- Sí... Quiero especializarme en historia del arte y sí que me veo yendo a la universidad, de verdad que quiero ir. Cuando sea más mayor y tenga todo en orden me gustaría ser un auxliar en una galería de arte.

- ¿Así que te gustan cosas que tengan que ver con el arte?

- El lugar en el que vivimos es arte, señor. Estamos rodeados de arte.

- Tienes un gran potencial, muchacho. Te diré lo que vamos a hacer; ayúdame a traer unas cosas del trastero y te enseñaré una cosa que aprecio mucho.

- Muy bien.- dijo Harry. Se levantó y se llevó su vaso con él.

- ¡La cena estará lista en veinte minutos!- dijo la madre de Willow en voz alta. Harry miró a Willow, que ya estaba mirándole, y le dedicó una sonrisa forzada, a lo que ella respondió levantando los pulgares.

- Buena suerte.- pudo leer Harry en los labios de Willow, que luego acabaron con una de sus sonrisas sinceras.

En el trastero, Harry llevó dos cajas llenas de herramientas para arreglar el coche del padre de Willow. Harry le siguió hasta el garaje, donde se hallaban todos los coches. Habían tres; un Jeep Wrangler, un Audi a5 y la última versión de un Range Rover.

- Son encantadores, señor.

- Lo sé. Coge uno.

- ¿Qué?- Harry se quedó atónito.

- No te preocupes, puedo comprar otro fácilmente. ¿Cuál quieres? Tienes pinta de ser un chico de Range Rover. ¿Lo quieres? Quédatelo.

- No puedo aceptarlo, es demasiado hasta solo pensarlo.

- Bueno, vale. Entonces, ¿cuánto cuesta ir a la universidad que te gusta por cuatro años?

- En total serían cerca de seis mil. Puede que más.

- Puedo permitirmelo. ¿Querrías eso?

- No, de verdad, es demasiado. Gracias por ser tan amable y generoso, pero no puedo aceptar esto de usted.

- No había terminado de hablar, hijo. Coge el coche, el dinero, cualquier otra cosa que quieras... ¿Cinco meses de alquiler? Te lo daré. Lo que quieras y lo que necesites... Puedo dártelo... Si dejas en paz a mi hija.

- ¿Cómo dice?- preguntó Harry.

- No creo que seas una buena compañía para mi Willow. No sé por qué ni cómo te volviste tan mugriento y viviste en las calles hasta que Willow apareció y te ayudó a convertirte en un hombre. No me gusta, no me gusta que ella esté contigo, no me gusta cuando habla sobre ti, no me gustas.

- Bueno señor, déjeme preguntarle una cosa.

- Dime.

- ¿Le gusta ver a su hija feliz?

- Claro que sí... ¿Qué clase de pregunta es esa, estúpido?

- Entonces tendrá que seguir teniéndome cerca. Porque en mi defensa diré que fue ella la que acudió a mí ya que no estaba feliz con usted.

- Cierra esa boca tuya que...

Pero Harry le interrumpió.

-No había terminado. Ahora entiendo por qué ella se sentía como si se estuviese asfixiando en esta casa. Está llena de miseria, de silencio, de desgracia... ¿Sigo? Su hija es más feliz cuando está conmigo. Y si no me cree, tendré que grabarla diciéndolo la próxima vez, por la millonésima vez, mientras estamos tumbados juntos en el sofá viendo su serie favorita. Apuesto lo que sea a que ni siquiera sabe cuál es.

- Vete. Vete de mi casa. Ahora. Y no quiero volverte a ver por aquí nunca más.

- El placer es todo mío. Pero seguro que me seguirá viendo mucho, señor. Gracias por las ofertas, retiro lo que dije de que era amable y generoso.

Harry dejó la caja de herramientas en el suelo, tomó un trago de su bebida y la escupió al suelo justo al lado de los zapatos del padre de Willow.

- Dígale a Willow que tenía que ir a trabajar; a su mujer que los bollitos estaban buenísimos, y dígase a usted mismo que le crezcan un par de pelotas y que se dé cuenta de que tiene que dejar a su hija que haga lo que ella quiera. Estoy seguro que nos veremos pronto, señor.

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