Keyra.
Miro la hora en mi reloj Cartier. Mi padre me lo regaló al graduarme en el instituto. Aún tengo un par de horas antes de mi primera clase de hoy. La Universidad no está demasiado lejos, así que aprovecho para tomar un café y repasar mis apuntes. Pido mi amado Mokka de cada día y me siento en uno de los cómodos sillones del Starbucks. He tenido suerte de encontrar una mesa libre. Saco mi bloc de notas y comienzo a revisar mis anotaciones.
"¡Es un caos!"
La clase del señor Richtmon me tiene bloqueada."¡Es la peor! La odio"
Suspiro.
Viéndolo bien, no sé si realmente odio la clase del señor Richtmon porque me parece una absurda y absoluta pérdida de tiempo o si lo hago porque no me aclaro con sus discursos y notas dispares. Sea como sea,no hay modo de ordenar todo esto porque no es otra cosa mas que un completo sin sentido.
Tras un rato, desisto. Suspiro de nuevo y cierro mi bloc de notas con un golpe. Tomo un sorbo de mi Mokka, que ya está casi frío. Me doy cuenta de que la cafetería sigue llena. Frente a mí veo una larga fila de gente que espera su turno, algunos con latente impaciencia. La cola va desde el mostrador hasta la puerta.
"Aún sigo molesta por esa materia que me saca de mis casillas"
Miro el bloc de reojo al pensar en ello. Lo cierto es que aunque me moleste también me preocupa.
Recorro la fila con la vista intentando calmarme. Caras desconocidas de vidas diferentes e historias que se van escribiendo a diario. Saco mi agenda, con cubiertas rojas manchada de pequeñas florecillas amarillas, del bolso para escribir algunos pensamientos que me inspiran todos ellos. Mi padre piensa que es una tontería escribir como lo hago así que se ha convertido en un secreto que me ayuda a encontrarme y me da calma. Escribir me hace feliz.Los contemplo de nuevo y escribo movida por no sé que fuerza que parece guiar mi mano cuando aparece apoderándose de todo mi ser. Es curioso como esa especie de inspiración me asalta sin previo aviso. Hace su aparición en escena tomando un absoluto control sobre mi mente. Levanto la vista varias veces para regresar segundos después al papel y llenarlo con cientos de frases que lo transforman en un texto sin mucha forma. Ideas sueltas, pensamientos un tanto abstractos. Vuelvo a contemplar la extensa fila de personas frente a mí, y entonces, entre todos ellos, uno llama mi atención.
Su cabello es castaño oscuro, algo largo diría yo, casi por debajo del lóbulo de su oreja y cae en perfecta armonía sobre su rostro. Tiene la nariz recta y bonita. Su perfil es perfección, estoy segura que cualquier Dios griego lo envidiaria. Incluso el David de Miguel Angel podría caer rendido a sus pies. La barba comienza a brotar, no parece tener más de un par de días. Le sienta bien. Está serio. Sus labios dibujan una fina línea perfilada que despierta una ligera atracción sobre los míos. Oculta sus ojos tras unas gafas de sol, estilo aviador, Ray-Bang. Me gustaría poder verlos y descubrir de que color son. Aunque no sé porqué algo en mi interior me dice que es mejor así. Tal vez si me viesen podría quedar atrapada en ellos para siempre.
Continúo observandolo. La forma en que se humedece sus perfectos labios, con un movimiento suave de su legua sobre ellos, que en él parece costumbre pero realmente es sensual. A veces, con un ligero movimiento de cabeza, aparta sus cabellos que no tardan más de un segundo en regresar al mismo lugar. Bajo la vista, recorriendo su figura, y me doy cuenta que viste una chupa de cuero negro con cremalleras y algo que creo son tachuelas. Tengo la sensación de haber fruncido el ceño involuntariamente. Sus pantalones son vaqueros, estrechos, rasgados y con algunas cadenas que cuelgan de una presilla a otra. Calza botas negras que no ha terminado de abrochar.
Es guapo. Muy guapo. Pero lo sería mucho más sino tuviese ese aspecto. Debe ser uno de esos rockeros raros. Sin oficio ni beneficio. Sólo una vida llena de sexo, drogas y rock&roll. Una libertad convertida en libertinaje. Una vida sin credo ni convicciones que la rijan. En eso podríamos parecernos quizá. Yo tampoco creo en ningún Dios. Mi vida está regida por mis convicciones no teológicas. Sólo creo en eso. ¿Y qué decir de su apariencia? Ellos se sienten infinitamente orgullosos de aparecer con ese aspecto en público. Alardean de vivir una vida sin preocupaciones, lo cual se me hace algo hipócrita. No creo que nadie tenga la suerte de no tener problemas que den vueltas en su cabeza mientras hallan solución.Alzo las cejas, de nuevo involuntariamente, al imaginarlo. Dejo escapar un suspiro casi convertido en bufido.
"¡Que desperdicio!"
Suspiro de nuevo y tomo el periódico que hay sobre la mesa. Echo una ojeada a algunos artículos nacionales para evadirme de mi gran decepción. Centro mi atención, al menos lo intento, en uno de los artículos y lo leo con más detenimiento. Trata sobre el calentamiento global y las predicciones de futuro.
"Realmente estamos acabando con el único planeta en el que podemos vivir... Si seguimos así todas esas catástrofes tan típicas en los grandes guiones de Hollywood terminarán convirtiéndose en una realidad que a nadie le apetecerá ver..."
Intento concentrarme en mi lectura luchando contra las extrañas ganas que me invaden de volver a mirarlo. Me oculto tras el periódico y asomo los ojos por encima del borde de las hojas. Si pudiese verme a mí misma me reiria, de eso estoy segura. Debo parecer uno de esos detectives privados poco eficaces que se delatan ellos mismos con gestos tan obvios como los míos.
"Pero no puedo negarlo, algo en él me atrae..."
Tiene la cabeza inclinada hacia abajo. Sigo la línea invisible de su visión y me topo con unas manos preciosas que teclean con la habilidad y velocidad de un adolescente, en un IPhone. Sus dedos son finos, largos y cuidados. Tiene unas manos masculinas, de esas que transmiten protección sin saberlo. Subo por su brazo hasta su hombro para continuar subiendo por su cuello, aquí me tomo mi tiempo, no tengo demasiada prisa. Regreso de nuevo a su rostro. Sonríe. Sí, sonríe y deja ver una línea perfecta y blanca de pequeños marfiles que rozan su labio inferior."Tiene un aspecto angelical al sonreír"
Lo envuelve un aire misterioso que ha despertado a la pequeña investigadora curiosa que llevo dentro. Quiero descubrirlo. No sé porqué pero me gustaría aprender ese código secreto que me permita descifrar cada gesto, cada mirada.
Él voltea a su izquierda y creo que durante una fracción de segundo sus ojos se topan con los míos. Siento el rubor cubriendo mis mejillas. Baja sus gafas de sol y me mira, sonriendo, por encima del cristal.Finjo no haberme percatado de su presencia y mucho menos de su mirada. Me oculto de nuevo tras mi periódico. El corazón me late a mil por hora y sin darme cuenta, sonrío como una quinceañera.
La cola avanzada despacio para mi suerte, aunque esa suerte no durará mucho. Dejo pasar un tiempo prudencial y vuelvo a buscarlo con la mirada, despacio, intentando no llamar demasiado la atención. Sus ojos están clavados en el frente, otra vez ocultos tras los opacos cristales, y aún sonríe. Eran unos hermosos y profundos ojos color cielo."No puedo creer que me esté comportando así. No es propio de mí... ¿Qué hago observandolo? ¿Cómo puedo estar sonriendo de esa manera tan idiota por un tipo como ese? ¡Dios!... Hasta pienso que es guapo... ¡No! ¡No puede ser!... No tiene nada que ver conmigo, ni con mis gustos. Madrugar realmente me está haciendo daño. Es mejor sacar todo eso de mi cabeza, y hacerlo ya... ¡Ahora!"
Escucho el regaño de mi razón, que me grita con una voz estridente, rompiendo esa estúpida burbuja en la que flotaba por momentos.
Doblo el periódico y lo dejo sobre la mesa. No vuelvo a buscarlo con la mirada. Es mejor evitar tentaciones ridículas, si es que puede considerarse una tentación. Así que prefiero pensar que tan sólo es un momento efímero de enajenación mental. Comienzo a recoger mis cosas. Apuro los últimos sorbos de mi Mokka, que ya está frío. Veo a alguien acercarse, por el rabillo del ojo, pero no le presto demasiada atención y sigo preparándome para marcharme.
-Perdona, ¿me prestas el periódico?-Sí, claro -contesto sin mirar mientras guardo mi pluma.
"Solo falta mi agenda"
Veo su mano frente a mí. Levanto la vista y ahí está, parado frente a mis ojos. Lo miro. Me sonríe. Me pongo nerviosa, más de lo que podría estarlo pero intento disimular. El tiempo se detiene para hacer eterno ese instante. Mi corazón también se para. La razón grita de nuevo pero al ver que no la escucho decide darme una patada en el trasero y vuelve a poner el Universo en movimiento."No. No voy a mantener una conversación con él. Nunca debí posar mis ojos en toda esa perfección. Todo esto no es más que un enorme error. No sé qué está ocurriendo pero no volverá a pasar. Por su bien, por el mío, por el instante en que nos vimos y el resto del mundo se hizo invisible. Quiero conservar ese momento, guardarlo y protegerlo de los daños que provocaría quedarme aquí sentada... Tengo que escapar..."
No le doy tiempo a decir una palabra más. Necesito alejarme de allí a toda prisa y es lo que hago.
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Without Gravity
RomanceKeyra Abbott tiene una vida perfecta que nunca pidió. Su mundo gira en torno a compras, fiestas y conversaciones sin sentido. Nada de lo que la rodea tiene que ver con ella y cada vez le cuesta más poder respirar. Ian es un chico con un pasado compl...