Capítulo 10.3

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Keyra.

Nos acercamos hasta un Dodge Challenger rojo aparcado justo al doblar la esquina del imponente edificio donde vive Marcus.

-Su carruaje, señorita-dice abriéndome la puerta del copiloto.

-¿Es tu coche?... ¡Oh, Dios mío, me encanta!

Ian me mira y sonríe divertido.

La noche es un manto negro que nos hace desaparecer frente a los ojos de todos, como si de magia se tratase, su magia. Descubro que mientras más desaparecemos ante los ojos del resto nos hacemos más visibles frente al otro, más nosotros. Es confuso para quien ve tan sólo lo que quiere ver sin darle la oportunidad a algo más allá. Para nosotros tiene tanto sentido como las locuras para los que han perdido el juicio. Quizá nos volvimos locos sin darnos cuenta o tal vez, más cuerdos de lo que nunca antes estuvimos. No puedo estar segura pero tampoco pretendo averiguarlo. Mi corazón late al son de las cuerdas de una guitarra sobre las que él tiene todo el poder. No tengo miedo por eso. Sé que no estoy equivocada al darle esa especie de control. Cualquiera podría pensar que es un poco arriesgado o demasiado, pero para los que están o han estado enamorados sé que no tengo que dar ninguna explicación más, lo entenderán sin problemas.

Ian conduce, alejándonos más y más del mundo que nos rodeaba. Su Dodge es un hermoso corcel negro en el que me ha rescatado esta noche. Siento que el enorme peso que cargaba sobre mis espaldas ha quedado atrás y soy libre. Mi alma vibra al son de RadioHead, entre risas despreocupadas y besos inesperados. Soy una chica más, disfrutando de la felicidad en este instante. Bajo la ventanilla y me asomo, dejando que el viento despeine mis cabellos y acaricie mi rostro. Él me mira, creo que tan feliz como yo. Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos y así, vuelve a ponerla sobre la palanca de cambios. Ese simple gesto me resulta de lo más dulce. Nos sonreímos.

Hacemos una parada para comer una hamburguesa, vestidos de gala, en una calle cualquiera de la ciudad. No podemos evitar reírnos divertidos al ver como algunas personas nos miran con sorpresa al pasar. Esto es Nueva York ya deberían estar acostumbrados a sorprenderse. Nos sentimos como sacados de una escena de alguna comedia romántica. La ciudad se ha convertido en el decorado de nuestra peculiar fiesta. Un hermoso salón concurrido con cientos de extraños pero esta noche es sólo para nosotros de algún modo.

Me encantan sus locuras. La forma en que me hace reír y como hace que me sienta la única mujer del mundo para él, durante este sueño.

Avanzamos entre la variedad de colores de la ciudad. Es una ilusión de luz y color que se proyectaba lejana y ahora, puedo rozarla con la punta de mis dedos mientras permanezco entre sus brazos.

Me gusta como mi piel reacciona ante su contacto. Cuando nuestros dedos se entrelazan, lo hacen de forma natural. Adoro sus besos. Podría pasar el resto de mi vida pegada a sus labios. No me canso de su sabor. No tengo suficiente de esto.

La luna cabalga deprisa por las colinas de los rascacielos de Manhattan. Yo quiero que se quede para siempre pero ella tiene planes más interesantes que obedecer el sueño de una pobre mortal.

Estaciona el coche junto a River Terrace. Caminamos por las calles, tomados de la mano y, por primera vez está noche, en silencio. Han sido unas horas fugaces repletas de emociones pero ahora, que ya casi se termina, no puedo dejar de pensar en las palabras de mi padre en el auto. Su reacción al conocer a Ian. Las palabras de Annette. Esto quizá no tendría porqué acabar si Ian fuese alguien como Marcus. Pero entonces, posiblemente, Ian no sería el mismo y no me habría fijado en él y tampoco me haría sentir todo esto.

Without GravityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora