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Se sentía un frío más fuerte esa mañana, Chile no sabía si por la mirada que Uruguay le envió todo el tiempo por sobre la mesa, si por la falta de Argentina e Inglaterra en el lugar, o porque había abierta una hendija de una de las ventanas superiores del salón. La cuestión era que, después de un rato ahí sentado y cuando ya estaban poniéndose en pie para irse, empezó a congelarse.
Uruguay fue el primero en salir, a paso presuroso, como si hubiera querido hacerlo desde que empezaron a comentar a todos los motivos de la reunión. La verdad era que, apenas empezaron a enumerar a los involucrados y lo que pasaba allá afuera, él mismo había tenido una sensación horrible y arrebatadora con su decisión. Sentía una culpa garrafal.
"—Cuéntale a nuestro invitado —fueron las únicas palabras de su jefe, que le hizo dar un respingo por lo pedido y le congeló la sangre al sentir el fierro de un arma justo en su cien. Por más miradas asesinas que le enviara, no podía ignorar sus órdenes; estaba al mando, era el jefe de su patria.
No le quedó otra."
Inglaterra lo paró cuando ya se encontraban en la salida del edificio de juntas, parecía fresco y autosuficiente, completamente enorgullecido, como si acabase de aplastar a una mosca molesta. Y Chile se contagió brevemente de todo aquel esplendor representado por él; era su modelo a seguir, era quizá a quien más admirase en todo el mundo hasta entonces.
En otro momento, ayudarlo había sido todo un honor. En uno donde no estuviesen obligándolo, quizá.
Definitivamente no podía sentirse mejor o peor por recordar al inglés sentado frente a su jefe, esperando a que él hablase, sin importarle los motivos por los que lo haría. Lo único que el europeo deseaba era ganar, no importaba los modos.
—¡Hey, Chile! —Hubo exclamado el inglés, acomodándose la corbata mientras se acercaba, con una sonrisa de autosuficiencia total, entreverada con lo que parecía un gesto amistoso. Se suponía que llevaban añares siendo amigos conocidos, pero igual Inglaterra se notaba incómodo al hablarle ese día—. Thanks you for all, no creo que hubiera podido sin tu... eh... ¿ayuda? —dudó las palabras, que parecieron dolerle en el pecho.
En realidad no le había importado nada el método, ¿verdad?
El joven sonrió con pocos tintes de realismo, tomando una de sus manos y estrechándola con firmeza. El rubio no tardó en seguir de largo, dejándolo solo con la confirmación de que acababa de ganar.
Se obligó a permanecer ahí, con el frío tan repentino y extraño calándole los huesos, como si todo el mundo estuviese repentinamente helado. Y se acordó de cuando apenas podía levantarse en los cimientos de lo que era él, cómo estaba de destruido y con las manos cubiertas de sangre, propia y ajena, cuando finalmente decidió independizarse.
Y se acordó de cómo él estaba en las mismas condiciones; aislado, perdido, con la piel blanca salpicada en el dolor y la angustia por la que pasaron para llegar a ser quienes eran, a crecer sin las represiones o las obligaciones de seguir a otros. La sensación de ser alguien más, de ser ellos, de finalmente estar entrando en una aparente época de tranquilidad...
Memoró las tierras reclamadas y perdidas a manos del otro, el rojo pintando las calles, los mares, los ríos y las montañas, que no dejaron ese tinte sino hasta otros muchísimos años después, cuando al fin algo de luz pareció llenarles los refugios y sacarlos de la oscuridad andante que eran ambos.
Porque pese a que tuvieran siempre conflictos territoriales y haya uno ganado al otro en ciertos temas, habían sufrido las mismas cosas en el mismo período de tiempo y salido de ellas al mismo también. Entre tires y aflojes.
Y él: tan despreocupado y tranquilo pese a las garras que lo sujetaban, pese a los arañazos y morenotes que decoraban su físico y su interior, tan enfrascado en seguir su actitud y su personalidad propia, sin afiliaciones más de las que quedaron en las costumbres propias. Mirando hacia arriba, pero también a su alrededor, quizá como todos en aquella parte del mundo hacían, ya que se estaban conociendo apenas como países.
Y entonces, se veía a sí soltándose de las garras oscuras, mientras sentía al otro encerrarse entre las mismas, gracias en parte a Inglaterra y, por ende, gracias en parte a sí.
Chile suspiró, observando sus manos enguantadas y la opresión en su cuello, la ropa negra y el símbolo militar sobre su corazón, la que muchos países del sur estaban compartiendo por entonces. Ellos dos no eran los únicos que sufrían por los jefes dictatoriales, que los habían puesto más en contra que nunca y hecho disparar contra el otro sin miramientos...
Pero sabía que sus manos, bajo los guantes de un purísimo blanco, estaban cubiertas de sangre, al igual que las heridas en su corazón, que ahora debían de estar más manchadas todavía...
Y que Argentina no iba a perdonarlo jamás.
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Inercia - [ArgChi]
Fanfiction"[...] Sabía que sus manos, bajo los guantes de un purísimo blanco, estaban cubiertas de sangre, al igual que las heridas en su corazón, que ahora debían de estar más manchadas todavía... Y que Argentina no iba a perdonarlo jamás." Disclaimer: Los p...