—Che, boludo, ¿te molesta que te invitemos a lo del paragua para celebrar esta noche?
—¿Por qué me molestaría, po? El que te vaya a decir "no" no significa que lo haga.
—Andá, chileno —dijo haciendo un ademan despectivo—. Me dijo Paraguay que te invite, pero bueno, si no querés, allá vos. Aparecéte si se te da.
—Ya —Hizo rodar los ojos, ignorándolo.
Algo le faltaba si no estaba molestándolo, haciéndolo renegar y refunfuñar, Chile empezaba a darse de cuenta eso, así como de que no podía tampoco pasar un día sin ser provocado por Argentina y que no le pareciera raro o distante. Se notaba que, aunque no podía darle la confianza que quería todavía, no iba a permitirse morir más por ello.
Argentina lo codeaba en las reuniones, se lo cruzaba en las calles de su patria más seguido de lo que se había percatado y siempre, pero siempre y sin falta, cada vez que él también cruzaba al otro lado. Lo quería querer de nuevo, como antes; sin resentimientos. Habían pasado unos años más desde el terremoto y el menor ya lo tenía acatado casi de la misma forma que antes...
Y estaba seguro de que ese momento era el ideal para hacer regresar a sus viejas emociones, a que se juntara con las nuevas, que le terminaran de borrar la pisca de dudas que todavía lo removían.
.
De salida y en dirección a su casa, el chileno supo que los cambios en el último tiempo tenían que ver con algo, aunque no supiera del todo qué. Si Argentina hubiera logrado insinuársele como bien sabía, quizá le habría quedado más claro que lo que buscaba era terminar de abandonar todo lo viejo por hacer perdurar lo que sentía con más fuerza.
Pero el argentino todavía estaba cosechando coraje para arrancar a molestarlo a base de insinuantes y acercamientos. Había vuelto a los roces indiscretos, los pellizcos a sus mejillas y a revolverle el pelo, además de las sonrisas pícaras y malditas, pero nada que pudiera compararse a cuando eran más jóvenes.
De todas formas (y por ignorar eso), a Chile le molestaba tener guardado en su interior ansias de verse hablando y resolviendo el tema que no volvieron a tocar. Quería lograr un renovado contrato de paz que incluyera la soltura y la comodidad que extrañaba.
Ya parecía que el tiempo y las interacciones cercanas que volvían de a poco habían zanjado el problema, que nunca más volvieron a tocar tampoco. Pero ya su temperamento no le permitía seguir aguantando la incomodidad escondida de tenerlo cerca de esa forma semi distante.
No sabía decirlo abiertamente, pero también extrañaba que Argentina lo quiera.
Eso le llevó a pensar en ir a la junta de primos y amigos en cuestión, ya que no perdía tanto intentando socializar y buscar, al mismo tiempo, un momento en el que el tema de conversación saliera (o lo hiciera salir) para así poder explicarse, en el remoto caso de que Argentina lo dejara. Las sonrisas y las actitudes amistosas del otro lo convencían, lo envolvían de una manera que distaba de ser la misma de antes.
Le provocaban una presión incómoda y a la vez gustosa justo en medio del pecho. Sabía que era probablemente lo mismo que instaba a su vecino a acosarlo desde que tenía memoria, lo mismo que le hizo querer tenerlo cerca siempre, pese a sus intentos de distancia. Aquello que le hacía querer sentirlo a su lado siempre.
Carraspeó, metiendo las manos en los bolsillos y sacudiendo un poco la cabeza.
Empezó a ensayar claramente qué decirle, una vez que la conversación estuviese en vilo y Argentina intentase escapar de ella.
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Inercia - [ArgChi]
Fanfiction"[...] Sabía que sus manos, bajo los guantes de un purísimo blanco, estaban cubiertas de sangre, al igual que las heridas en su corazón, que ahora debían de estar más manchadas todavía... Y que Argentina no iba a perdonarlo jamás." Disclaimer: Los p...