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Argentina en serio quería olvidarse de todo el resentimiento, por más que al verlo una incómoda sensación de rechazo se instalase en su pecho.

Era lo que quería apartar, de hecho, para volver a molestarlo como antes, para verlo y tener ganas de hacerlo sonreír o enrabiar y no tener callarse y hablar mordaz cuando fuese obligatorio dirigirle la palabra. Quería hablarle como cuando le agradeció por esconderlo, no como lo hacía ante las demás situaciones.

Sentía que le faltaba algo, que tenía un vacío existencial si no tenía a su vecino mirándolo con sus ojos pardos, así fuera con vergüenza o molestia.

—¿Y entonces qué números da tu economía?

—Rojos, como siempre.

—Ya, ¿y hay algo que...?

—No.

Y veía al chileno guardándose un insulto.

Y él se golpeaba mentalmente por contestar así.

Ya no quería más, en serio que no quería y en serio que se esforzaba por cambiarlo. Carraspeó. En parte, Argentina sabía que Chile esperaba ver por sus avances, porque volviera a ser el de antes. Lo notaba en los detalles chicos que el menor pensaba, seguro, que no eran notorios.

Solo faltaba un poco más para que volviera.

Argentina, silenciosamente, pedía paciencia a su acompañante.

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Inercia - [ArgChi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora