Prefacio.

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''Me enamoró con cada palabra, me destrozó con cada acción.''

- Frida Kahlo.

La cena estaba lista y la mesa ordenada, todo como debía ser. Cogí un florero de cristal y lo llené con agua antes de meter un ramo de rosas violetas, caminé hasta el comedor y lo puse sobre la mesa. Quería que todo saliera perfecto, quería que hoy fuera al fin el día. Miré todo para verificar que estaba en orden y sonreí satisfecha. Corrí hasta el baño para ver mi atuendo por milésima vez en la noche, alisé el vestido otras milésimas mas y sonreí nuevamente.

Arreglé con agua unos cuantos mechones de mi cabello castaño. También eso debía estar en su sitio. Sabía que estaba actuando como una demente, pero todo era producto de los nervios. Estaba ansiosa y no encontraba otra manera de calmarme que dejar todo en su sitio. Me senté en el sofá y comencé a chocar mis tacones contra el suelo causando un ruido que en cualquier otro momento me hubiera irritado, pero en éste, me parecía mas un cántico de pájaros. O mas bien, un picoteo de pájaro carpintero.

Jugué con mis dedos, encendí el televisor y miré la hora en el reloj de la pared. Todo eso en un nanosegundo. No podía evitar los nervios. Cuando vi que ya era hora encendí las velas aromáticas. Inspiré fuertemente por mi nariz y logré calmarme un poco, pero no del todo.

En el ambiente se respiraba, comida recién hecha, rosas y romanticismo.

El timbre sonó, alisé el vestido una vez mas y con mi mejor sonrisa que ocultaba los nervios, abrí la puerta.

Antes de siquiera saludar ya tenía a Mason arrinconándome contra la pared y subiendo mi vestido. Besó mi cuello con voracidad, con hambre y desesperación. Cuando mi vestido exponía mi culo, sentí el sonido de una prenda rajarse. Mis bragas. Con sus manos me levantó haciendo que rodeé su cintura, desabrochó su pantalón y se hundió en mí. Al no estar preparada dolió. Solté un chillido que él interpretó como un gemido de placer, pues comenzó a moverse mas rápido. Lo sentí vibrar, me abracé a él dejando caer mi frente en su hombro. Su respiración entre cortada recaía en mi cuello, sabía que estaba a punto. Dos estocadas mas y ya había derramado su simiente dentro. Me dejó en el suelo, fue al baño y regresó con papel; arrodillándose delante de mí comenzó a limpiar mi entrepierna. Cuando finalizó me bajó el vestido, besó mi mejilla y se fue sin mirarme a los ojos en ningún momento.

Derrotada era poco para como me sentía. Desilusionada también. Sabía que era una idiota, claro que lo sabía. Era idiota al creer que hoy sería diferente, y era aun mas idiota por dejar que fuera igual a los otros días. No sé por qué creí cuando me llamó desesperado diciendo que vendría, algo cambiaría. Pensándolo mejor, no había nada en su tono de voz que me hiciese creer que hoy podía ser ''el día'', pero eso no lo había pensado en ese momento, como siempre la chispa de esperanza nació en mí y preparé todas esas burradas por esa razón.

Tambaleándome caminé hasta el comedor y apagué las velas. Reí amargamente al ver todo lo que había preparado, todo lo que había demorado en ordenar y cocinar.

Todo para nada.

Fui al baño, me despojé de toda mi ropa y me metí a la regadera, me senté en el suelo de la ducha abrazando mis rodillas mientras el agua caía sobre mi cabeza y hombros, llevándose las traicioneras lágrimas que habían comenzado a derramarse por mis mejillas.

Recordé el momento cuando todo iba viento en popa, al menos para mí era así. Mason era el hombre mas tierno y amable que había conocido en mi vida, me trataba excelente y no sé si fui yo la que confundió eso con otra cosa, pero comencé a enamorarme cada vez mas al pasar los días. Me veía en una relación formal con él, viviendo juntos, casándome, todo. Los sentimientos se intensificaron cuando me besó. Juro que fue el mejor beso que me habían dado en mi vida. Ambos nos sonrojamos, parecíamos dos críos. Los besos fueron frecuentando, las caricias también, hasta que me entregué a él una noche.

Diablos, mis vellos aun se erizaban al recordar como susurraba en mi oído palabras dulces y como me besaba con delicadeza.

Los meses transcurrieron, nos acostábamos seguido y luego él actuaba como si nada, ajeno a todo lo que sucedía en mi interior. Cuando tomaba su mano en un acto de valentía, Mason le daba un apretón, me sonreía y luego la soltaba. Cuando lo abrazaba apretaba mis mofletes y besaba mi frente al igual como un padre a su hija. Pero a mí no me importaba, todo eso me volvía loca de amor. Pero todo cambió cuando la conoció a ella.

Thalia Newt.

Su actual novia.

Un día nos hizo juntarnos a todos porque debía decirnos algo. Como deberán imaginar yo esperaba que fuera lo que creía, pero al verlo entrando de la mano con aquella morena, me desgarró. Sentí como mi corazón cayó al suelo y fue pisoteado reiteradas veces. Tragué muchas veces las lágrimas que amenazaban salir cada vez que él la besaba y sonreía con ese brillo en los ojos que nunca le vi cuando me miraba. Como una persona adulta y madura podría haber dejado mi capricho por él ese mismo día, pero no fue así. Cuando Thalia no estaba a su lado yo iba donde él como un perro callejero a buscar aunque sea una palmada en la cabeza o una sonrisa. Siempre lo recibía.

Pasaron los meses y Mason comenzó a tener problemas con su novia. Ella no quería acostarse con él porque quería estar segura al entregarle su virginidad, ese día Mason vino donde mí. Me sentí la persona mas dichosa del mundo, él había venido a buscar consuelo. Poco a poco nos fuimos acercando hasta que nos besamos, y le di lo que él buscaba, sexo. Creí que eso cambiaría todo, creí que el terminaría con ella porque se dio cuenta que a quien quería era a mí, por eso me había ido a buscar a mi casa.

Pero no.

Después de ese momento solucionaron sus problemas y siguieron felices hasta el día de hoy. Mason cada vez que quiere saciar sus ganas conmigo, yo lo permito. Porque si esa es la única manera que puedo tenerle, está bien para mí.

No me importa ser la reserva.

La reserva ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora