Capítulo IV.

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Había pasado una semana desde la última vez que vi a Mason. Una semana desde que me enteré estando en primera fila que se había comprometido con su novia. Una semana también en la que no veía a Clarissa ni a mi sobrina.

Mi hermana ya no concurría mi apartamento como solía hacerlo, ya no venía a chismorrear sobre lo que sucedía con sus amigas o con alguna vecina de por allí, ya no venía a intentar subir mi ánimo con helados o simplemente trayendo a mi sobrina. Nada. Ella había desaparecido de la faz de la Tierra.

¿Qué si estaba dolida? Claro. Extrañaba a mi hermana y que no atendiera mis llamados o que le dijera a Isaiah que no le pasara el teléfono cuando llamaba a casa, me dolía.

Sabía que estaba sentida, sabía que estaba enojada conmigo por poner primero a Mason antes de mi felicidad. Lo sabía, y la comprendía aunque no compartía su decisión de ignorarme practicando la ley de hielo como si no existiera.

Gracias a Dios no me sentía tan sola, Avery había ocupado el lugar de mi hermana y era ella quien concurría mi apartamento casi todos los días con sus chismes nuevos, sus chistes pésimos y sus invitaciones a salir las cuales aceptaba todas sin ningún problema. Cada día sabía cosas nuevas de ella, y cada día ella sabía una pequeña cosa nueva de mí. Con respecto a mi relación con Mason, podía admitir que ya no lo extrañaba tanto como antes y tampoco lo necesitaba en enormes cantidades, es un avance. Desde que mi hermana cogió mi móvil y le dijo aquello no había vuelto a recibir ni una de sus llamadas, había entendido fuerte y claro la amenaza. Y no voy a mentir, cada día que pasaba esperaba su llamado ansiosa, esperaba volver a oír su voz diciendo que necesitaba venir a mi casa, y me sentía asqueada al caer en cuenta de mis pensamientos. Creo que darme cuenta de las cosas me estaba ayudando mucho a dejarlo, eso y Avery. Pero no del todo, aún dentro de mí habitaba aquella raíz de esperanza que amenazaba con florecer al momento en que volviera a verlo o volviera a ver su nombre en el decodificador de llamadas. Y temía con que ese día llegara pronto.

— Hoy quiero hacerte una invitación— Dijo Avery entrando a mi estudio.

Hace un par de días le había dado un tour por mi apartamento igual como ella lo hizo conmigo en el suyo, y como lo suponía se quedó estupefacta al ver mi estudio repleto de cuadros colgados en diferentes rincones del cuarto, caballetes con lienzos en blanco y otros con unas pinturas ya terminadas. Aparte del suelo y paredes con enormes manchas de pinturas de diversos colores.

Dejé el pincel sobre la paleta y me volteé en el asiento para mirarla mientras con una mano limpiaba mi mejilla que sentía húmeda, posiblemente había una mancha de pintura allí.

— ¿Invitación a qué?— Quise saber. Miré la manga de mi camiseta blanca que había pre-seleccionado como ''la camiseta de obras'' y si, de mi mejilla había sacado una pequeña mancha de pintura negra.

—Pues—Comenzó Avery alargando de mas la 'e' cosa que rápidamente me hizo elevar ambas cejas—Como siempre hemos salido tú y yo y me has dicho que desde que estás aquí no has hecho amigos, quiero invitarte a una fiesta, mas bien una ''reunión'' con mis amigos para que los conozcas y ellos te conozcan a ti.

Fruncí el ceño e hice una mueca con los labios. Conocer a los amigos de Avery instaló una punzada de inquietud en mi estómago, eran nervios.

—No lo sé, Avery, yo no soy buena haciendo amistades, además...

—Por favor, Sahar—Me interrumpió— Quiero que te incluyas en mi círculo de amistades, quiero que hagas mas amigos. No me gusta que seas muy solitaria y quiero que conozcas gente nueva— La miré dubitativa—Por favor, prometo que te divertirás, aparte quiero que conozcas a Jeff, él estará ahí.

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