Mis ojos escocían, y no era para menos. Desde que Mason se había sentado a mi lado no había pestañeado por tener el ojo puesto en él. No podía dejar de mirarlo.
No podía y no quería.
No era consciente de cuanto tiempo había pasado, mucho menos de la gente a mi alrededor. Como todas las veces que veía a Mason, solo él era el centro de mi atención. Tampoco era consciente de lo mucho que había extrañado su presencia, su calor y su olor al perfume de Antonio Banderas que tanto le encantaba usar y que tanto me encantaba a mí.
No era consciente de cuanto lo había extrañado a él.
—Sahar— Oí a alguien llamarme, seguido de un leve toque en mi brazo.
Pero no podía salir del trance que Mason provocaba en mí.
— Sahar—De nuevo.
Una mano se posó en mi mentón ejerciendo presión hacia la derecha, obligándome a dejar de mirar a Mason para por fin ver a quien me estaba llamando.
Avery.
— Sahar, ¿qué sucede? Hace mas de veinte minutos que no has dejado de mirar a Mason como si fuera algún famoso—Susurró en mi oído.
Negué con la cabeza recobrando todos mis sentidos y recordando donde estaba y con quien estaba. Volviendo a la realidad.
De pronto sentí náuseas, todo comenzó a dar vueltas y mi cabeza se sintió como si me hubieran dado un fuerte martillazo.
— ¿Dónde está el baño?—Inquirí luego de tragar la bilis que subía por mi garganta dejando una sensación de acidez.
Avery frunció el ceño examinando mi cara con preocupación.
—Es al fondo del pasillo— Asentí levantándome pero su voz me volvió a parar—¿Estás bien? ¿Quieres que te acompañe?
Negué con la cabeza y me abrí paso entre las piernas y los muebles hasta que al fin salí al pasillo, y como alma que lleva el diablo corrí atravesando el umbral del final hasta que di con una puerta blanca. La abrí y en cuanto mis pies tocaron la baldosa gris, me agaché y expulsé todo dentro del váter. Mi cabeza martilleaba y leves espasmos me sacudían cada vez que las náuseas volvían a mí obligando a mi sistema a seguir expulsando lo que sea que me haya dañado. Casi podía ver las alas de las mariposas salir de mi boca para luego caer dentro.
Cuando al fin sentí que ya había botado todo, tiré de la palanca del váter y me incorporé para posteriormente lavar mi boca y hacer gárgaras con el enjuague bucal que encontré en el gabinete ubicado a un lado del espejo del baño. Mojé mi cara y mi nuca repetidas veces como mamá siempre me había indicado de pequeña para prevenir otras náuseas y poco a poco comencé a sentirme mejor.
—¿Todo en orden?
Giré mi cabeza tan rápido que las vertebras de mi cuello tronaron, sin embargo el dolor se disipó al ver a Mason de brazos cruzados recargado sobre el umbral de la puerta.
Lentamente asentí, ya que no podía articular palabra. ¿Mason se estaba preocupando por mí? ¿Él realmente lo estaba haciendo? No podía salir de mi ensoñación y de pronto, una alegría inmensa se extendió por todo mi cuerpo, tuve que controlar mis ganas de saltar encima de él y abrazarlo con todas mis fuerzas.
—¿Que haces aquí, Sahar?—Su tono molesto no me pasó por alto.
Quizá está molesto por lo que Clar le había dicho la última vez. Quizá estaba molesto por no poder haberme visto y me extrañaba.
—Yo...
—Da igual, me alegra que estuvieras acá justo ahora—Me interrumpió.
Se alejó del umbral y con el pie cerró la puerta para luego ponerle seguro. Mi corazón comenzó a ir de prisa y mi estómago se apretó en un intenso nudo cuando vi el deseo bailar en sus ojos.
ESTÁS LEYENDO
La reserva ©
RomanceNo elegí enamorarme de él, solo sucedió. No sé cuando, no sé como. Solo pasó. Mis decisiones no fueron las correctas, cuando él quería yo estaba dispuesta, cuando yo quería él se negaba. No era su prioridad, lo sabía. No era a quien quería, también...