Capítulo 31

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Y se va dejándome allí sola.

No puedo creerlo... Bueno si puedo en verdad. Era Adri. Y eso era lo más probable que hubiese hecho ante mi respuesta. Me había dejado besar. Si. ¿Y qué? ¿Que tenía de malo? No era culpa mía. Me había cogido por sorpresa y no me había dado tiempo a reaccionar.

Le odio.

No le odio. Le quiero. Tal y como es. A pesar de las estupideces que hace. Pongo los codos sobre las rodillas y apoyo la cabeza sobre las manos. Me había dejado sola. ¿A qué espero? No va a volver. Me levanto decidida a irme ya que sé que no tiene pensado volver. Cojo su maleta, que la ha dejado tirada en medio de la terminal. Bajo al aparcamiento a pagar el parking y me dirijo al coche, donde me encuentro a Adri apoyado en él.
Me acerco despacio sin saber muy bien qué decir o qué hacer.

- Adri tenemos que hablar... - digo sin saber cómo va a reaccionar.

- No, ahora no - dice completamente serio.

- Adri...

- He dicho que no.

Decido dejarlo y no decir nada más.
Cabreado da miedo. Incluso a mí. Aunque sé que no me haría daño. Por lo menos no físicamente. 

- Sube al coche - dice seco.

Le doy las llaves y sus dedos rozan los míos descargándome por completo la poca energía que podría quedar en mi cuerpo. Su mal humor se puede notar en el ambiente, aunque coge la maleta y la mete en el maletero en un gesto cansado.

Debía de ser por el viaje. Ir en avión le cansaba mucho, me lo había dicho alguna vez, y pasar dos horas en un avión no era lo mejor en nuestra situación sabiendo que le agota la energía.

Me subo al coche y conduce callado a casa. Opto por no decir nada. Sé que está enfadado como siempre, a pesar de haberme dicho que no lo haría. No cruzamos palabra durante todo el camino, y me lo paso mirando por la ventanilla y distrayéndome de la situación en la que nos habíamos metido. Veo que de vez en cuando me mira de reojo pero no dice nada. Cuando llegamos se baja rápido del coche sin decir nada ni esperarme para entrar. Al entrar subo despacio y cansada a su habitación y veo que tiene un par de cajones abiertos en los que hay cosas mías y que él está sentado en la cama con los codos sobre sus rodillas y las manos tapando sus ojos. Me quedo mirándolo desde la puerta sin decir nada. Duele verlo así. Tan vulnerable, cuando siempre parece tan duro, que nunca se rompería a pesar de los golpes que recibiera. Se me encoge el corazón. En el fondo Adri era muy tierno, y llevaba un pequeño pitufo en su interior que solo le había visto cuando estaba a solas conmigo.

- ¿Qué nos esta pasando Yan? - dice triste mirando sus pies.

Me acerco despacio a él.

- No lo sé - digo sentándome a su lado en la cama.

Le miro y él me mira también. Coge mi mano y la acaricia. Apoyo mi cabeza en su hombro cerrando los ojos.

- ¿Me perdonas? - pregunto mirándolo.

- ¿Me perdonas tú a mí?

- Sí.

Me mira y coloca su frente junto a la mía poniendo sus manos sobre mi cuello.

- Yo también - dice besándome.

- Te he hechado de menos - digo separándome un poco de él.

- Y yo a ti - dice volviendo a besarme.

Pone sus manos en mi cintura y me besa tierno.

- Quiero hacerte el amor - susurra en mi cuello - Estoy loco por hacerlo.

Beso su cuello y voy subiendo hasta llegar al lóbulo de su oreja.  Le muerdo y beso la oreja y él suelta un gruñido de lo más sexy. Hace mucho que no le tengo conmigo, y le añoraba. Hechaba de menos su cuerpo y sus caricias. Le empiezo a desabrochar su camisa poco a poco mientras nos besamos. Besa mi barbilla y va dejando besos húmedos y muy cálidos hasta besar el lóbulo de mi oreja, haciendo que miles de descargas eléctricas recorran cada uno de mis nervios. Cuando acabo con el último botón, me levanta el vestido recorriendo con sus manos desde mis piernas hasta los hombros y en nada ya lo tengo fuera. Cuando le quito la camisa, paso mis manos por su abdomen y le cojo de los hombros atrayéndolo hacia mí y dejando un casto beso en la comisura de sus labios mientras se inclina sobre mí dejándome bajo suya. Me besa el cuello y empieza a darme pequeños besos suaves y con ternura recorriendo todo mi escote. Pasa sus manos por mi espalda haciendo que la arqueara, hasta llegar al broche del sujetador. Me acaricia la espalda a su alrededor como pidiendo permiso para seguir.

- Permiso concedido - digo sonriendo.

Me mira con esa mirada oscura que solo veía en pocas ocasiones haciendo que me cargue las pilas solo con esa mirada.

- He echado de menos esto - dice besando uno de mis pechos - Mucho.

Se quita el cinturón separándose de mí, y con él, su pantalón.

- He extrañado cada uno de los centímetros de tu piel - dice dejando besos desde mi ombligo hasta mi cuello.

Simplemente la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora