Capítulo 38

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Abro la puerta del jardín y veo que el que quiero que sea mi futuro suegro está sentado en la tumbona en la que minutos antes estaba su hija.

- Manuel, de verdad que no quiero que piense que voy a hacerle daño a Yan. Le juro que antes de que le pase algo prefiero que me pase antes a mí mil veces.

- Jurar es algo muy fuerte chaval.

Esa frase. La frase que Yan me había dicho tiempo atrás.

- Lo sé, y estoy dispuesto a pagar por las consecuencias - digo completamente decidido.

Levanta su mirada hasta mí y la fija en la mía.

- Sabes que Yanira es mi única hija, y que jamás dejaría que nadie le haga daño ¿no?

- Lo sé señor, como sé que yo tampoco permitiría que nadie se lo hiciese.

Lo admito. Creo que no hay nadie en el mundo al que le tenga más miedo que a este hombre.

Después de un rato, rompe el silencio.

- ¿Cómo os conocisteis?

La pregunta me descoloca un poco.

- En la estación de tren, hace cinco años. Se había olvidado el abono.

- Suena un poco a cuento, ¿no crees?

- La vida con Yanira es como un cuento.

Veo que no se esperaba esa respuesta.
Algo dentro de mí me decía que si ese hombre no sabía lo que de verdad sentía por Yan, nunca le iba a tener de mi parte. Y me decidí a no dejarme ni el más mínimo detalle.

- Manuel, amo a su hija, como nunca he amado antes a nadie. Si le soy sincero... - dudo si decírselo o no, pero decido hacerlo - hace años que perdí a mi madre. Yan hace muy poco que lo sabe, pero creo que debo decírselo. Yo era muy pequeño y casi ni me acuerdo de ella, pero después de que muriera, nunca quise a una mujer. Ni siquiera a mi hermana. No quería que si volvía a querer a alguien, me dejase y volviese a hacerme daño. Pero cuando conocí a su hija... algo cambió. No sé el qué, pero desde que la conozco a puesto mi vida entera del revés - confieso - Con ella no me importó jugármela. Con ella... es todo diferente, es todo mejor. Se parece mucho a mi madre. Es cariñosa, tierna, muy testaruda, y tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

Veo que sonríe, y sé que voy por buen camino.

- Manuel, le juro que no hay ningún hombre sobre la tierra que quiera más a su hija que yo. Y sé que tiene dieciocho años, pero el amor es ciego ¿no? Y no tiene que ser ahora mismo. Ya le dije a Yan que podíamos esperar a que acabara la Universidad.

Piensa en mis palabras un minuto.

- Te creo. Y me gusta que te preocupes por sus estudios. Pero tengo que preguntarte algo.

- Lo que quiera.

- ¿Por qué la llamas Yan?

- Porque... - suelto un suspiro en medio de una sonrisa - todo el mundo la llama Yani, y para mí no es como todo el mundo. Mi madre decía que el mínimo detalle que se tuviese distinto de todos, iba a ser el más especial. Y para mí Yan lo es.

Se queda pensando en lo que acabo de decirle.

- ¿Vives con tu padre?

- No, mi padre está en Londres trabajando.

- ¿De qué trabaja?

- Es abogado.

Se queda pensando en lo de que mi padre es abogado.

Simplemente la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora