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El capitán Gonzalo impartía las órdenes con la seguridad que da la experiencia. Luca lo observaba admirando su profesionalidad. Aunque había encadenado dos servicios en menos de veinticuatro horas, podía concentrarse en cada caso como si fuese lo único importante en el mundo. Su fama en el Cuerpo era merecida. Y a pesar de su reciente ascenso, se negaba a abandonar el trabajo de calle para encerrarse en un despacho. Todo un rara avis en el Instituto Armado.

Uno a uno, todos los contenedores de la zona fueron meticulosamente examinados. Hubo suerte. En uno de ellos aparecieron dos bolsas de basura que contenían una pierna dividida en dos partes y el otro brazo. Unos minutos más tarde aparecía el tronco en una bolsa arrojada a otro contenedor, unos cientos de metros más abajo. Después encontraron la otra pierna.

El cuerpo de la joven, de raza negra, había sido mutilado a conciencia. El autor, presuntamente, se había tomado la molestia de desnudar de los pies a la cabeza a la víctima para trabajar con más soltura. Después había partido a la muchacha en ocho pedazos, que había metido en bolsas, para desperdigarlas luego por varios depósitos de basuras a lo largo de Las Eras de Boadilla del Monte.

El descubrimiento más importante también le tocó en suerte a Luca. Quizá otro funcionario menos sagaz lo habría pasado por alto, pero en cuanto la guardia descubrió en otro de los contenedores una bolsa de basura de plástico negra, idéntica a las que contenían los restos humanos, supo que aquello olía a pista. A pista de las buenas. En su interior se hallaban varias prendas de ropa y un bolso de mujer.

Avisa al Capitán, creo que hemos encontrado algo gordo.

Venga ya, Luca, solo es una bolsa con ropa vieja respondió su compañero con evidente escepticismo. Seguro que en estos contenedores hay mucha ropa que han tirado a la basura porque sus dueños ya no la querían.

Tú avisa al Capitán, joder insistió la joven guardia mientras examinaba cuidadosamente el contenido de aquella bolsa.

Aún a regañadientes, el veterano agente subió la calle Alberca para avisar a su superior del nuevo descubrimiento de la novata. «Esta se cree que va a resolver el caso ella solita pensaba Ariño, uno de los guardias con más experiencia en la unidad, a ver si el Capitán le baja los humos.» Pero en cuanto el oficial recibió el recado, su reacción fue muy diferente. Llegó dando grandes zancadas.

A pesar del calor, el Capitán siempre vestía americana. En verano la mayoría de los policías optaron por la funda tobillera o la riñonera para ocultar su arma reglamentaria mucho más cómoda si quieres usar manga corta, pero menos eficiente llegado el momento de desenfundar y reaccionar ante una amenaza en menos de dos segundos, más puede significar la muerte ; el Capitán, sin embargo, mantenía su funda de extracción rápida al cinto todo el año. Lo primero era la eficiencia policial, después todo lo demás.

Con el pelo revuelto, la camisa arrugada y la incipiente barba de tres días, salió el primero al encuentro de Luca. Alto, ágil, atlético, solo las canas que empezaban a asomar en sus sienes y a salpicar su mentón podían delatar sus cincuenta años de vida, con treinta de experiencia en el Cuerpo.

-Tienes algo?

-Creo que es la ropa de la chica, mi Capitán respondió Luca convencida de la trascendencia de su descubrimiento. Mire la bolsa de basura, es idéntica a las que contenían los restos.

-No creo que eso sea una evidencia, Luca. Negras, naranjas o grises, los contenedores están llenos de bolsas de plástico parecidas a esas.

-Ya, pero esta contiene ropa de mujer joven. Una muda completa, nada más. Unos zapatos, un pantalón de licra, un body y una chaqueta. Todo perfectamente doblado. Como si su propietaria lo hubiese depositado sobre una silla o sobre la cama con cuidado después de quitárselo.

En cuanto vio la bolsa, el curtido instinto del Capitán también percibió el olor a pista. Y mientras observaba las reacciones de su subordinada, quiso poner a prueba la convicción de su razonamiento...

Operación princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora