Un cadáver en el contenedor

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Boadilla del monte, madrid

Algunos de sus amigos le llamaban el increíble Lou, como el actor que encarnó por primera vez a Hulk en la famosa serie televisiva. No porque cada noche patrullan la ciudad vestido totalmente de verde. Ni tampoco porque fuese un héroe justiciero especialmente audaz, intrépido o corpulento. Sino porque ambos compartían una minusvalía que les había obligado a superarse a sí mismos para construir el futuro en silencio. Aunque aquella minusvalía, justo es reconocerlo, a Lou le había otorgado una ventaja del 5 % sobre los demás aspirantes a una plaza de funcionario del servicio de recogida de residuos y limpieza urbana del Ayuntamiento De Boadilla del Monte, en Madrid.

A Lou no le incomodaba reconocer que vivía de lo que los demás desechaban. Cada noche, cuando la ciudad dormía, se calzaba su mono de trabajo y encendía las sirenas de su vehículo para recorrer las calles desiertas y oscuras. Ese era su oficio, limpiar las calles. Como un auténtico super héroe. Pero Lou no combatía contra el crimen, ni detenía mal hechores.Su misión era simplemente recoger todo lo que los demás no querían. Lo que la ciudad desprecia.

Era un trabajo tranquilo. Sin estrés. Marcando el ritmo de la circulación,cuando en una calle estrecha el automóvil de algún noctámbulo se veía obligado a reducir la marcha o tocar el freno, esperando paciente mentes que Lou liberase los contenedores de los restos de vida que la ciudad había condenado al exilio y la destrucción. Ropa pasada de moda,electrodomésticos obsoletos, libros ya leídos, alimentos caducados, juguetes anticuados, cosas rotas... Le gustaba aquella sensación de poder .Aunque castiga en su retrovisor con ráfagas largas y aporrearon frenéticamente el claxon, los conductores impacientes no tenían más remedio que amoldarse al ritmo pausado e intermitente del camión de basuras. Ahí mandaba él.

A Lou le gustaba también aquella historia de Calderón de la Barca. La de un sabio pobre y mísero que, auto compadeciéndose de su infortunio,descubre cómo otro sabio, más pobre y mísero aún, se alimentaba de sus despojos. Porque no importa lo desdichados y míseros que seamos. Siempre existirá alguien más pobre y desgraciado, que descubrirá entre nuestros desperdicios algo que él considera valioso.

Lou, como todo buen superhéroe, había terminado por desarrollar un sexto sentido. Un súper poder mágico que le permitía adivinar detalles de la vida, las costumbres e incluso el carácter de cualquier mortal, simplemente echando un vistazo a su bolsa de basura. Porque en nuestros desechos somos sinceros y no ocultamos nuestra naturaleza: revistas obscenas,cajas de fármacos, preservativos flácidos, panfletos políticos, jeringas usadas... Lou podía perfilar el retrato robot del propietario de un contenedor,una papelera o una bolsa de basura, con la misma pericia que un analista del FBI. Y con la misma habilidad con la que la gitana lee las líneas de la mano, o los posos del café, el increíble Lou leía los despojos de la ciudad.

Le gustaba su oficio. Sobre todo en invierno. Porque en verano los olores son más fuertes. Por algún tipo de justicia divina, tres de sus cinco sentidos se habían hiper desarrollado para compensar los dos que tenía atrofiados, y el olfato le funcionaba al 200 %.

Aquel verano, como todos los veranos, fue muy caluroso en Madrid. Era día 25, menos de una semana para terminar el mes y recibir la paga. Y a las 5.50 Lou ya estaba deseando rematar con aquellos contenedores de la calle Alberca para irse a casa y darse una ducha fría. Procuraba vaciar rápido los depósitos de basura en el camión, acelerando el ritmo. Hasta que lo vio... Unas pinzas de colores asomaban sobre el plástico oscuro de las bolsas. Parecían sujetar una mata de pelo. Quizá una peluca, tal vez una muñeca... Lou agarró las pinzas y tiró de ellas, arrastrando una trenza de cabello negro. Tras ella siguió una cabeza de mujer que todavía tenía los ojos muy abiertos, y que había sido mutilada de un cuerpo joven solo unas horas antes.

Quiso gritar. Arrancarse el terror que le infligen aquellos ojos que parecían querer salirse de la cabeza decapitada, y que se habían clavado en sus pupilas, y más adentro, en su memoria. Pero Lou no podía gritar. Como Marlee Beth Matlin o Ferrigno, el primer Hulk, había vivido en un mundo de silencios desde su infancia. No oía ni hablaba, así que tuvo que tragarse su miedo, indigesta ese con un alarido gutural que se le atoraba en la garganta, al tiempo que dejaba caer la cabeza de mujer amputada y hacía aspavientos con los brazos, intentando llamar la atención de sus compañeros.

Cruzándose el cuello con el dedo pulgar, mientras vomitaba ásperos sonidos ininteligibles que se resisten a abandonar sus cuerdas vocales. La cabeza de aquella joven, de raza negra y trenzas postizas,sujetas con horquillas a su corto cabello ensortijado, cayó al suelo rebotando como una siniestra pelota de baloncesto. Pero ni aun así cerró los ojos.

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bueno soy nueva en esto de las historias espero que les guste este capitulo comenten que les pareció y pues nada espero su apoyo💕

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