parte 11

216 5 0
                                    

Dos días pasaron antes que el verdugo eligiera su próxima víctima. 

El procedimiento era el mismo, una bella joven era seducida nuevamente por el galán para la ritual noche de sexo y lujuria.Esta vez, Diego se tomo la molestia de conocer el nombre de su víctima. 

Ángela fue igualmente sometida como su antecesora, atada de manos y pies a la misma silla metálica, fue dejada encerrada en aquel nefasto sótano. Diego no tardo mucho en regresar, Ángela no dejaba de gritar angustiada en suplica de ayuda, a Diego le molestaban los gritos y para acallarlos, selló su boca con cinta aislante autoadhesiva. 

Uso un par de tijeras para cortarle la ropa y dejarla totalmente desnuda, luego, con un gotero, comenzó a verter lentamente gotas de ácido hidroclorhídrico, que es capaz de corroer el metal, vertía una gota en diferentes partes del cuerpo. La piel se derretía en efervescentes charcos de sangre y el ácido avanzaba lentamente hasta corroer la carne. El ácido era aplicado en las piernas, pechos, pezones, brazos, manos, abdomen e incluso en sus genitales. 

Los gritos enmudecidos por aquella cinta no se hacían esperar, el dolor y sufrimiento de la joven eran más que evidentes. 

Hecho esto, Diego la tomó por la cabeza y con un par de grapas, le clavó los parpados al cráneo haciéndole imposible el poder cerrar los ojos, esos bellos ojos azules. Tomó nuevamente el gotero lleno de ácido y sosteniéndole fuertemente la cabeza, le dejo caer un par de gotas en cada ojo. 

No hace falta decir que Ángela se retorcía de dolor; sus ojos comenzaron a derretirse al contacto con el ácido, aquel hermoso color azul desaparecía cuando un liquido blanquecino mezclado con sangre bajaban lentamente deslizándose por sus mejillas, espeso y viscoso al igual que baja la cera derretida al calor de la llama de la vela.

 Ángela comenzó a convulsionar, el dolor era demasiado abrumador para ella, las convulsiones se acompañaban de reflejos de regurgitación, pero a tener los labios sellados con la cinta adhesiva, el vomito no pudo salir y sus pulmones se llenaron de liquido. 

Ángela se ahogó en su propio vomito. 

JuventudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora