Como antes

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Emma se entretenía mimando a Amber, que echada sobre el lomo, con la barriga al aire, disfrutaba de las tiernas caricias de la bella rubia. Regina, en la cocina, lanzaba cada cierto tiempo una ojeada, divertida, a la perra que, normalmente, se comportaba de forma más salvaje y estaba muy apegada a ella.

Se acordaba de que Emma fue la primera, después de ella, en tener contacto con la cachorra hace algo menos de un año. Amber no había olvidado a la chica a pesar de los meses de separación.

«Hey, Regina, bonito el collar» dijo Emma al ver el collar en cuya placa en forma de corona estaba grabado el nombre de la perra «Es muy...regio» dijo divertida.

«Porque ella lo es»

«No lo dudo» dijo ella acariciando con más vigor a la perra que se giró para saltarle encima e hizo caer a la bella rubia de culo.

«Amber, ¡stop!» gritó Regina

«No, no, no pasa nada. Soy yo. Pequeña pícara»

«Miss Swan, intento inculcarle buenas maneras. Sería un desastre que su visita arruine mi trabajo»

«Oh, perdón Madame "Tengo principios, incluso para mi perro", no querría ser una mala influencia para su perra» dijo ella levantándose y caminando hacia la cocina. Pegada a su espalda, mira por encima de su hombro «¿Qué vamos a comer?»

«Miss Swan, detesto que miren por encima de mi hombro» dijo ella haciendo un movimiento que hizo retroceder a la bella rubia, divertida.

«Eso no responde a mi pregunta»

La insubordinación y la falta de buen hacer de la joven fueron dos cosas que Regina no echó de menos al dejar Stroybrooke. Pero sin embargo, esas cosas también la llevaban a situaciones que la habían marcado.

«Pasta con salmón a la salsa holandesa»

«¡Qué clase! Con su trabajo, ¿aún tiene energía para cocinar?»

«Para ser sincera, hacía mucho tiempo que no me metía en la cocina. A menudo recurro a lo fácil»

«¿En serio? ¿Regina Mills come platos preparados?»

«¿Da tanta risa?»

«Para una reina de la cocina, bueno, es para hacerse preguntas...¿He de deducir que no ha cocinado para nadie desde que está aquí?»

Regina frunció el ceño antes de girarse hacia Emma, una ligera sonrisa de victoria sobre el rostro.

«¿En qué le concierne eso?»

«En nada...en fin...no sé»

«Listo» dijo llevando el plato a la mesa.

Regina y Emma no tardaron y se sentaron, una enfrente de la otra, mientras que Amber las miraba con curiosidad: su dueña no había recibido nunca a nadie, y mucho menos para comer. Normalmente, su día transcurría así: por la mañana, una vez su dueña levantada, le daba de beber, un snack y la sacaba un rato antes de irse a trabajar y dejarla sola durante todo el día. Cuando volvía por la tarde, Amber saltaba de alegría y la recibía calurosamente, después salían para dar un pequeño paseo a la playa antes de volver. Regina le daba su cuenco de pienso mientras que ella se hacía cualquier cosa rápida. Ella se hundía en el sofá, la perra a sus pies y juntas, veían la tele antes de que la joven se cayera de cansancio y decidiera irse a acostar, Amber a los pies de la cama, antes de subirse y unirse a la joven.

En eso se resumía la vida de su dueña y la de ella misma desde que habían llegado ahí. Pero verla en la mesa, en compañía de alguien, y un agradable aroma emanando de un plato cuidadosamente preparado...eso era nuevo.

AmberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora