La huida

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El despertar fue menos placentero. Emma se despertó sola en la cama, las frías sábanas probaban que Regina ya se había ido hacía un rato. Se estiró, se levantó y se puso su camiseta y sus bragas antes de salir de la habitación para ser testigo de un tierno momento entre Regina, sentada en su sofá, y Amber, echada a su lado. Cuando la bella morena escucho la puerta abrirse, lanzó una mirada hacia Emma y le sonrió tímidamente.

«¿Tengo derecho a un sitio?» dijo Emma delante del sofá

Pero el gruñido de Amber le indicó un rechazo y se tuvo que contentar con el sillón que estaba al lado de la morena.

«Discúlpala, está celosa»

«¿Porque nos hemos acostado juntas? ¿De verdad?»

«Para ser sincera, es menos por eso que por haber ocupado su sitio en la cama esta noche»

«Oh...»

«¿Café?»

«Sí, gracias»

Regina se levantó y desapareció en la cocina, dejando cara a cara a la perra y a la joven.

«Entonces...¿Vas a ponerme mala cara mucho tiempo?» La perra levantó su cabeza y la inclinó hacia un lado «De todas maneras, no tienes por qué preocuparte, es muy probable que no me quede un noche más» La perra ladró, estornudando y moviendo vivamente la cabeza.

«¿Qué le estás diciendo?»

«Oh, nada...Me hacía perdonar»

«Ah...Toma» Le tendió el café que Emma aceptó «Pienso que el café pega más ahora que el chocolate»

«¿Quieres decir para recuperarme de esta noche?» dijo divertida Emma

Regina levantó una ceja, pero no respondió, prefiriendo hundir su nariz en su propia taza. Se quedaron calladas un instante antes de que Regina lanzara una ojeada a su reloj.

«¿Cuándo sale tu avión?»

«Oh, no antes de esta noche»

«Podrías al menos ponerte un pantalón» dijo ella echándole un vistazo a la ropa más que ligera que llevaba Emma

«¿Puedo utilizar tu ducha?»

«Por supuesto»

«¿No trabajas hoy?»

«Es domingo»

«Ah...¿Y no haces nada los domingos?»

«Voy a salir con Amber»

«¿A dónde vas?»

«A la playa. Ella ya tiene sus hábitos»

«¿Puedo ir?»

Regina frunció el ceño y se levantó del sofá.

«Prepárate»

Emma saltó del sillón y tomó una ducha rápida antes de encontrar a Regina en su habitación vistiéndose.

«Di, ¿tendrías una camisa para mí?»

Sin decir palabra, le ofreció una blusa blanca que cogió antes de seguirla hasta la puerta de la entrada. Regina le puso la correa a Amber antes de salir, seguida por Emma.

«¿Así que está es tu vida ahora? ¿Tu trabajo, tu perro, tu apartamento?»

«Una vida normal, en suma»

«Extraño escucharte decir eso...cuando se sabe quién eres»

«Quien era»

«Sí...bueno, me has entendido. Después de todos esos años en el Bosque Encantado y después encerrada en ese pueblo durante 28 años...Y al final, estás en San Francisco, dependienta en una tienda pret-à-porter, soltera con un perro...Es soso como destino, ¿no?»

AmberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora