Buenas viejas costumbres

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El corazón de Regina se saltó un latido. Esa voz que ella no había escuchado desde...desde hacía casi un año. Lentamente se giró hacia el coche y vio a Henry salir del lado de pasajero, mirándola incrédulo y casi bajo estado de shock. Él caminó despacio hasta la línea, siempre con los ojos fijos en Regina como si tuviera delante a un fantasma. Después esbozó una sonrisa antes de echarse sobre ella, casi haciéndola caer. Estrechó su cintura con sus delgados brazos. Ella se quedó parada en el sitio, sin saber qué hacer antes de mirar a Emma que le sonrió, con confianza. En ese momento, rodeó a Henry con sus brazos, sintiendo su cálido aliento sobre su abdomen.

«Mamá...» murmuró él enterrado en ella.

Esa palabra "mamá" que Henry se había negado a decírsela meses antes. Esa palabra que, ahora, sonaba extraña a sus oídos. Pero sin embargo, al escuchar esa palabra en esa voz infantil...

«Henry...» dijo ella al fin, como un susurro, mientras le acariciaba los cabellos. ¡Cómo había extrañado ese contacto! Cierto, ella había huido, había escapado a su indiferencia, pero en ese momento, su corazón parecía henchirse de esperanza.

«¿Qué hace ella aquí?» murmuró Neal a Emma

«Larga historia»

«¿Va a volver?»

«Yo...no lo sé, no lo creo»

Henry se separó, al cabo de minutos interminables y le sonrió

«¡Estás de regreso!»

«Yo...» no se atrevió a decirle la verdad y se sintió feliz de que Amber rompiera ese momento con sus ladridos.

«¡Amber! ¡Cómo ha crecido!» dijo él arrodillándose para acariciarla. Pero la perra gruñó antes de refugiarse detrás de las piernas de su dueña. Henry frunció el ceño «No debe acordarse de mí...Solo fue un momento» dijo levantándose.

«¿Por qué estáis aquí?» preguntó Emma a Neal.

«Dentro de tres días es el cumpleaños de Henry. Él quería venir para festejarlo aquí»

«¿Te vas a quedar?»

«Es el cumpleaños de mi hijo» dijo él

«Sí, evidentemente...» rezongó ella «Bien, no es que me aburra, pero, ¿podrías llevarnos?»

«¿Ella también?»

«¡Evidentemente ella también!» dijo con tono de enfado. Se dio la vuelta sobre sus talones y caminó hacia Regina y Henry «Venga, vamos, comienza a hacer frío»

«¿Dónde vais a dormir?» preguntó Henry alegre

«Bueno, vamos a casa de Regina» respondió la bella rubia como si tal cosa

«¿Tú también? ¿No vas a casa de los abuelos?»

«Yo...Ya veré. Venga, vamos, en marcha»

Cogió a Regina de la mano y la encaminó hacia el coche, en el que ellas se sentaron detrás, seguidas de Henry y después Neal.

«Entonces...¿Mifflin Street?» preguntó el chofer

«¡Sí!»

Le costaba meter un pie tras la línea naranja, y una vez hecho, sintió cómo la magia la invadía, hacía mucho tiempo que había olvidado esa sensación.

Regina permaneció muda mientras que Henry estaba inquieto ante tantas preguntas que tenía. Sin embargo el viaje se hizo en silencio hasta que el coche se paró delante de la mansión de Regina. Esta constató que el camino, así como las cristaleras estaba todavía en buen estado. Descendieron, seguidas de la perra. Neal se quedó al volante mientras que Henry salió.

AmberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora