Mihawk conduce al grupo de mugiwaras a través del grande castillo destino al salón principal. No hay conversaciones entre espadachines, ni cualquier tontería capaz de ser soltada por nuestro loco capitán, sólo silencio. La tensión podría ser cortada con facilidad como si dependiera de un fino hilo que la sostuviera.
Una vez todos llegan al gran salón Mihawk se sienta en su silla propia mientras que el resto se esparce por alrededor y Nami queda en el sillón junto con Usopp y Chopper, exhaustos ante tal caminata y recorrido por los largos pasillos y escaleras.
Nadie dice nada. El silencio no para de hacerse presente mientras Mihawk saca su botella de vino personal y llena su copa no sin antes ofrecerle al peliverde. El silencio se prolonga un par de minutos más hasta que el hombre sentado en la silla procede a hablar.
Mihawk: ¿Qué os trae por aquí? Dudo mucho que paséis de visita. Si no me equivoco ya deberíais estar en pleno Nuevo Mundo.
Zoro: Necesitamos tu ayuda. Es urgente.
Mihawk: ¿Otra vez? El hecho de aguantarte dos años no significa que puedas acudir siempre a mí con tus problemas.
Chopper: Pero la situación lo requiere *Mihawk lo mira fijamente haciendo que este baje la voz ante tal imponencia* Nami está muy enferma, y la única cura se encuentra aquí.
Mihawk abre de golpe los ojos al escuchar el nombre y la situación ante la que se encuentran.
Mihawk: ¿Nami?
Nami: Esa soy yo. Verá, emm... No sé cómo o porque pero tengo la enfermedad típica de esta isla. Sólo los habitantes de esta y familiares pueden tenerla, así que supongo que debo ser originaria de esta isla. Suponíamos que usted tendría la cura o sabría algo de ella, suponiendo que vive aquí.
Mihawk se queda un momento parado mirando a la pelirroja con confusión como si estuviese pensando en algo durante varios segundos que resultan convertirse en un largo y sufrido minuto.
Mihawk: Primero, no me llames de usted, no merezco tal acto de respeto. Segundo, ¿y qué si sé algo? No tengo razones para ayudaros.
Nami: Pero es fundamental. Me he quedado quieta de piernas y apenas me queda vida sin cura. Es una emergencia, por favor, necesito saber cómo curarme y de dónde vengo y...
Luffy la detiene poniéndole una mano sobre el hombro en señal de apoyo mientras mira al frente manteniendo la mirada con su segundo a bordo en busca de una solución para la cooperación, aunque parece que el espadachín tiene una manera muy fácil, aunque dolorosa de conseguirlo.
Zoro: Si no podemos convencerte por las buenas, lo haremos por las malas. *Se sienta en el suelo de rodillas y poco a poco va bajando la espalda ocultando la cara a la mirada sorprendida de sus compañeros* Te lo suplico, sabes mejor que nadie que yo nunca perdería el orgullo ante alguien o algo, menos si no me importa. Pero, por favor, Nami es la mujer que amo, la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida, y si para ello debo suplicarte y perder el orgullo una y mil veces, lo haré sin problemas. Me comeré las burlas si hace falta.
De repente siente una mano sobre su hombro obligándolo a levantarse.
Mihawk: Levántate Roronoa. Acepto. Has demostrado tu gran firmeza hacia algo que te importa. No estaré tranquilo sabiendo que has perdido aquello que amas y por lo que has dejado tu orgullo de lado por mi culpa. Esta chica no te quita el orgullo, te lo rejuvenece y mejora cada día más.
Ambos espadachines se sonríen ante tales palabras mientras los demás luchan por mantener su boca cerrada por las acciones ocurridas anteriormente. Zoro suplicando, arrodillado, dejando su orgullo, confesándose... ¿delante de Mihawk? Menos mal que no estaban presentes la primera vez. Dicho esto el mayor de los dos se aproxima a la pelirroja y se sienta en el extremo opuesto del sofá, dónde ya no permanecen Chopper y Usopp, ya que estos habían saltado literalmente al ver su cercanía.
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Te quiero, bruja
FanfictionLa tripulación de los Mugiwaras por fin encuentra algo de tranquilidad después de tantas movidas por el primer tramo del Nuevo Mundo. Esta tranquilidad causa bastante aburrimiento por parte del capitán aunque su segundo de a bordo y su navegante la...