Huyendo de los problemas. (Editado)

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-Vamos, vamos. – Me decía Thomas.

-No, espera… esto – Le señalé la aguja intravenosa que estaba comodamente escondida en mi brazo.

-Uhm… ya veo, voltea la vista.

-¿Qué?! - Pregunté abriendo los ojos. 

-Confía en mí, voltea. 

-No confío en ti, te acabo de conocer.

-Huiras conmigo y no confías en mi, eso es malo. - Hizo una mueca graciosa mientras hablaba. 

-Esta bien – Dije molesta y volteé la vista preparandome mentalmente para sentir el dolor de que me saque la aguja.

-Ya está, tonta. – Thomas tenía cara de satisfacción en el rostro y la inyección en una mano.

-¿Eh? ¿Pero como? No he sentido nada.

-Soy bueno con las agujas - Me dijo con una sonrisa de suficiencia - Ahora vamos, tonta, que no tenemos todo el día. 

Me tomo del brazo y me arrastro por el hospital, sus ultimas palabras flotaron en mi mente “soy bueno con las agujas” ¿acaso lo decía por la droga? no le quería dar muchas vueltas al asunto.

Thomas irrumpió el hilo de mis pensamientos parando frente a una puerta que decía “Almacén, solo personal autorizado”, abrió la puerta con naturalidad, como si ya conociera desde hace años el lugar y sacó dos trajes de enfermeros, me tendió uno, mientras él se ponía el otro sobre su ropa.

 -¿Estas loco Thomas? Eso solo funciona en las películas.

-Claramente por eso tiene que funcionar, nunca viste esa película… como se llama… -Decía pensativo.

-Bueno no es momento para ponernos a pensar títulos de películas - le di un golpe en el brazo - nos pueden ver. 

-Cierto, póntelo encima de tu pijama, como yo. 

Luego de ponernos los trajes, actuabamos con naturalidad, bueno al menos eso intentaba, ya que suelo tener problemas para controlar mis nervios, pero al parecer Thomas era un embustero profesional, en la puerta había algunas personas de seguridad y al verlas las manos me empezaron a sudar, nos pillarían. Pasamos al lado de ellos y Thomas tuvo el descaro de saludar a los guardias como si fuera un verdadero medico que terminaba su turno o algo por el estilo, este chico sin escrupulos no le temía a nada, no era como yo… siempre temerosa a perder o a que se olviden de mi.

Salimos del hospital como si nada fuera, no podía entender la facilidad con la que pudimos irnos ¿acaso no controlaban a sus pacientes en ese lugar? pero eso era lo que menos me importaba en ese momento solo quería huir, huir con el muchacho de cabello negro y ojos azules, huir de todo. No se por qué, no se en que momento lo decidí, ni como podía lanzarme a la fuga con un desconocido, pero tampoco importaba, cualquier cosa me parecía mejor plan que quedarme encerrada en este lugar y mucho más si era con un chico guapo.

Una vez afuera Thomas me sonrío de nuevo, y ahora con la luces de la ciudad podía ver su cara de verdad; era hermoso, más hermoso que cualquier chico que había conocido y no solo por su belleza, también tenia algo de picardía en la mirada, su sonrisa era torcida y cuando lo hacia los ojos se le achinaban y pequeñas arrugas se formaban en los costados de estos, parecía un niño pequeño. Yo me hubiera querido parecer un poco a él, pero al contrario yo era rubia, estaba bronceada y mis ojos eran del color de la miel, no era alta, más bien baja y menuda y mi sonrisa era de lo más común.

-Bueno pues, ¿y ahora? Hasta aquí llegas o quieres continuar con la misión. – Me preguntó divertido, parecía saber cual era mi respuesta antes que la diga.

Dulces AdiccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora