Desperté por la mañana sintiendo un peso alrededor de mi cintura. Fue hasta que abrí completamente mis ojos cuando note que estaba bajo una sábana junto al hombre de la mirada miel, y era este quien tenía su brazo firmemente apoyado en mi cintura.
Mis manos estaban fuera, por lo que para tratar de quitar su caliente brazo de mi cintura tuve que introducir una de ellas bajo las sábanas. Al meter mi mano se abrió un espacio entre nosotros, el cual me permitió darme cuenta del estado en el que ambos nos encontrábamos. Tal y como vinimos al mundo; completamente desnudos.
Mi desnudez era comprensible dado a que yo no vivía en esta casa. Pero él bien pudo haberse ido a cambiar durante algún transcurso de la madrugada porque estaba en todo derecho de levantarse y con toda confianza buscar dentro de su armario un poco de ropa para que al despertar no estuviéramos como lo estamos ahora.
Ignorando ese hecho aparté con cuidado su brazo de mi cintura y me dispuse a levantarme de la cama para poder cambiarme. No estaba planeando huir después de haber tenido relaciones sexuales. Simplemente quería cubrir un poco de la vulnerabilidad de estar desnuda ante él a plena luz del día.
—¿Qué haces? —murmuró Justin con voz ronca, tal y como suena una persona cuando recién se ha levantado. Su voz es masculina pero en estas condiciones suena el doble de lo que naturalmente es.
Cuidadosamente señalé hasta el suelo de la habitación donde se encontraba nuestra ropa y él asintió comprendiendo. Un poco insegura sobre cual podría ser mi próximo movimiento, me levanté de la cama para poder recoger mis pertenencias. Justamente cuando estaba por agacharme Justin llamó mi atención.
—¿No quieres darte una ducha antes?
—¿Puedo? —pregunté tratando de no sonar tímida.
—Claro que puedes, incluso puedo prestarte un bóxer limpio.
¿Un bóxer suyo?
Definitivamente no.
Además de que sería demasiado desde el punto de vista en que quiera verlo, no puedo simplemente aceptar algo tan intimo de una persona que los ofrece con tanta facilidad.
—Tengo unos que son nuevos, hasta en el paquete están. Por si tu miedo es contraer una enfermedad.
—¿Cómo...?
—¿Cómo, qué?
Hice un gesto para restarle importancia a mi incompleta pregunta. Porque eso mismo era lo que estaba pasando por mi cabeza en aquel momento.
—Entonces, iré el baño. ¿Dónde está?
—Aparta la toalla que está allí —señaló hasta una puerta color caoba con una toalla colgando de ella—. Es la puerta del baño.
—Gracias.
En ningún momento había olvidado que mientras teníamos esa pequeña conversación, yo estaba totalmente expuesta a él. Fue un alivio que no hiciera algún comentario vergonzoso respecto a mi estado, aunque dirigía su mirada hacia mis partes íntimas de vez en cuando, en su mayoría se centraba en ver mis ojos.
No le puse pasador a la puerta, con la esperanza de que le dieran ganas de unirse a mí. Si él tiene una mente como la mía, posiblemente lo haga.
El cuarto de baño era verdaderamente grande, dos veces el tamaño de mi cuarto. Tenía un lavado lindo, y el resto se dividía entre la ducha, el escusado, y una bañera bien diseñada.
Antes de meterme a la ducha, cepillé mis dientes untando pasta entre mis dedos. Era la solución que había aprendido para cepillarme después de tantas veces en las que olvidé el cepillo de dientes en las excursiones de la escuela secundaria.
Estaba retirando el champú de mi cabello cuando escuché el sonido del pestillo de la puerta, no paso mucho tiempo hasta que tuve a Justin detrás de mí.
—¿Con agua helada? —se quejó con voz suave. Me hice a un lado para darle espacio.
—Es la adecuada para bañarse por las mañanas.
Él sonrió, y sacudió su cabeza. Estiró su mano hacia arriba y tomó uno de los cepillos de dientes junto a la pasta para poder cepillarse, mientras Justin hacía eso yo aproveché para ponerme acondicionador y quitarlo.
—¡Oye! —Me quejé cuando escupió pasta y cayó en uno de mis pechos—. Eso está caliente, y es asqueroso.
Justin soltó una carcajada. Se acercó a mí y pasó su mano por mi pecho regando la pasta dental por todo el lugar, la cual poco a poco fue desapareciendo entre las gotas de agua que caían sobre nosotros.
—Listo, no llores.
Arrebaté el champú de sus manos, una vez que él lo volvió a bajar.
—Yo quiero ponerlo.
—No quiero tener que agacharme.
Observé el espacio que había en la ducha y le di una sonrisa. Teníamos espacio de sobra para que Justin pudiera sentarse, además, era una de las pocas maneras en las que podría alcanzarle la cabeza para enjabonarlo.
—No, ni se te ocurra —habló cuando descubrió mis intenciones, pero de todas maneras terminó haciéndolo.
Me tardé bastante con el champú porque descubrí que le gustaba que le acariciaran el cabello, cuando llegó el tiempo de untar el acondicionar ya me dolía la espalda de tener que agacharme.
Había evitado ver su miembro durante la ducha pero esta vez se me hizo imposible, estaba inspeccionando un lugar para acomodarme. ¿Qué mejor que sobre él?
—¿Puedo? —le pregunté a Justin señalando su regazo.
Él asintió, pero tomó su gordo miembro hasta dejarlo parado. En posición para que una vez me sentara tuviera penetración, y así fue; deje escapar un gemido cuando me acomodé completamente, y otro más grande cuando comenzó a moverse dentro de mí. Cerré mis ojos disfrutando de la sensación.
—Oye, todavía falta el acondicionador —bromeó Justin con voz entrecortada.
Después de nuestro momento íntimo nos dimos un baño normal, en el que ayudamos al otro a enjuagarse hasta que estuvimos limpios y listos para salir a cambiarnos.
Justin finalmente me terminó convenciendo para prestarme un bóxer y una de sus camisas, que fueron acompañados por el pantalón que vestí para ir a club la noche anterior. Y por supuesto, como cualquier otro hombre en su lugar hizo un comentario sobre lo bien que lucía su ropa puesta en mí.
Una vez que estuvimos vestidos juntos hicimos desayuno. Entre pláticas y bromas tuvimos un buen inicio del día, también me llevó hasta mi casa. En donde antes de despedirme pidió mi número y culminó con un beso en los labios.
No estaba segura de que tanto signifique eso, pero mientras duró lo disfrute.
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Bajo las sábanas {j.b}
FanficUna noche fue suficiente para cambiar sus vidas. Dejándose llevar por la curiosidad y el deseo, pudieron descubrir por ellos mismos que eran buenos en algo más que lanzarse miradas y coqueteos. Ambos pasaron en alto los pequeños detalles de esa noch...