Capítulo 13

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—Voy a quedarme aquí —me apresuré a decir cuando estacionó el carro delante de su casa. Justin se volteó hacia mí, la confusión era evidente en su mirada.

—¿Por qué?

—Dijiste que solo irías a buscar ropa, no creo que sea necesario que vayamos los dos porque es algo rápido.

—No importa si solo tarde dos segundos, no voy a dejarte estar aquí sola. Mi casa no come.

—El carro tampoco come.

Sin intenciones de que nos mantuviéramos discutiendo, rodé mis ojos y abrí la puerta del carro. Haciendo que su mirada seria se ocultara por una sonriente y risueña.

—Yo creo que lo que tú tienes es miedo de estar a solas conmigo —discutió Justin una vez que entramos a la casa.

Tenía razón.

Pero obviamente no lo iba a admitir.

—Ajá.

—Soy devorador, pero solo si la presa quiere —él se echó a reír—. Quita esa cara, solo estoy bromeando contigo.

No tenía idea de cuál era la cara que tenía, por lo que no sé si la quité. Solo le seguí el paso hasta su habitación, es excitante la manera en la que camina. Como todo un tigre.

Me senté en la cama con toda confianza, justo como él hace cada vez que va a echarse al mueble de mi casa. Pero a diferencia de lo que yo hago, molestarlo por eso, Justin solo me miró y hurgó sus gavetas. Metiendo lo que necesitaba a un bolsón pequeño que tenía en su mano. Aburrida de tener que esperar, quite mis sandalias y me acosté mejor en la cama.

Observé estática su siguiente movimiento después de dejar el bolsón a un lado. Se acostó en la cama también, poniéndose de lado.

—¿Tenías planes de venir a dormir a mi cama y no me habías informado?

Su comentario me tomó desprevenida. Sin saber qué respuesta inteligente soltarle, únicamente me quede observando el vaivén de sus labios porque literalmente desconecté mi sistema del mundo cuando me centré en ver la forma en que sus labios se movían cuando hablaba.

Mis acciones fueron impulsadas por mis deseos, yo era consciente de que besarle no era la mejor idea que se me había ocurrido, sin embargo lo hice. Junte nuestros labios en el más grande impulso que nunca antes había tenido y lo siguiente que sucedió fue el despeje de ropas en nuestro cuerpo.

Hubiese sido bueno que él haya tenido la mente cuerda y me pusiera en mi lugar. Pero el único lugar en el que estuve fue debajo de él, gimiendo su nombre.

Irónicamente esta vez sí se había puesto un preservativo, que a regañadientes fue a buscar en medio de nuestra calentura.

Me dio un beso en los labios antes de levantarse y decirme que iría a botarlo. Regresó poco tiempo después y yo estaba pensando en que decir para no volver las cosas más incómodas de lo que han sido en el último tiempo.

—Me encantaría si quitaras esa cara de asesino serial que tienes —musitó Justin extendiéndome la ropa que me había quitado tiempo antes.

Me mantuve observando sus manos porque tenía vergüenza de enfrentarlo y tener que mirar su cara. Ligeramente tomé la ropa y me levanté para ponérmela, esperando no tener ningún olor peculiar cuando estuviéramos cerca de alguien.

—Hay una gran diferencia a como son las cosas hoy de como lo fueron la primera vez —el sarcasmo en su voz no me pasó desapercibido. Simplemente me encogí de hombros.

—Nosotros no somos los mismos que éramos la primera vez.

—La primera vez éramos desconocidos, ahora nos hemos tratado. Deberías sentir algo más que vergüenza.

—Y tú, ¿qué sientes? —pregunté, viéndolo a los ojos esta vez.

—No tengo dudas, ni me arrepiento como lo hacía después de haberme despedido de ti esa primera vez.

Traté de comprender por mí misma que era lo que estaba tratando de decir con esas palabras, pero no soy lo suficiente lista para entender claves.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que escuchaste —dijo, abrochándose el pantalón—. La primera vez se sintió bien durante el acto, pero no después. Lo hicimos nuevamente por la mañana y pude admitir que me gustó, me tomó un día completo asimilar que no estaba infringiendo ninguna norma moral.

—¿No se sintió bien la primera vez? ¿Norma moral? —las palabras salieron casi arrastras de mi boca. Me reí irónicamente porque lo que a mí me había encantado a él lo hacía sentirse moralmente mal.

—Si se sintió bien, me encantó. Simplemente no estoy acostumbrado a agarrar mujeres en un club mientras estoy bebido y luego traerlas a casa para tener relaciones, por eso me tomó bastante tiempo que se sintiera correcto. No soy ese tipo de hombre.

—¿Entonces por qué? ¿Por qué lo hiciste si no eres ese tipo de hombre?

—Me gustaste, estuve observando tus movimientos en cada momento de la noche en la que pude hacerlo. Soy un hombre después de todo, me excitó tenerte tan cerca y quise más.

—¿Más?

Agarró su cabeza con frustración, y luego pasó esa misma mano por su cara apartándola rápidamente.

—Me refería a sexo, amor. En ese entonces me parecía lo único que podía ofrecerte, después vi la emoción que tuviste cuando te trate con cariño esa vez en la ducha. Y supe que eras de ese tipo de mujer que no se iba a conformar con solamente tener relaciones sexuales. Así que tomé distancia —soltó una risa forzada—. Lo gracioso es que mi distancia lo más que duró fueron días. Porque bueno... quería tenerte de alguna manera.

—Yo...

—Ya comencé a hablar, ahora déjame soltarlo todo.

—Está bien —respondí permitiéndole continuar. Era lo más cerca a una declaración que iba a tener aunque al final no quedemos en nada.

—Después me dije a mí mismo, mi mismo; intentémoslo, hay que ser amigos y ver si funcionamos para algún lado. Pero no querías una amistad conmigo.

—Nunca dije eso.

—No importa, igual terminamos siendo amigos. La amistad más extraña, y con coqueteos agresivos y descarados por tu parte, pero amistad a fin de cuentas. Hasta que sobrepasaste la línea de la amistad y nos vimos envueltos en las sábanas.

Yo sabía que su seriedad no iba a durar mucho. Este hombre no conoce la línea entre broma y asuntos importantes.

—Deberíamos dejar de atrasarnos —propuse—. Y pasar de un solo al supermercado por lo que vas a comprar porque se va a ver raro que lleguemos vacíos después de haber tardado tanto.

—Dame un beso y nos vamos —cerró sus ojos y estiró sus labios. Esperando el beso que no llegó, solo le di un golpe en los labios con mi mano—. Que grosera, mujer. Para que vayas sabiendo esas cosas a mí no me enamoran, no voy al dolor por placer.

—Yo sí —bromeé.

—Quedamos en la zona de amigos por siempre, porque los polos opuestos se terminan evaporando.

Cuando llegamos a mi casa Jazmyn estaba más que dormida. Posiblemente se había aburrido de estar esperándonos y el sueño le entró. Le dije a Justin que fuera a dejar las cervezas y el hielo porque ya no existía paseo. La idea no había sido mía y quien quería ir ya no iría.

Regresó en cuanto dejó las cosas a sus amigos y nos la pasamos viendo películas en mi habitación. No hubo sexo, ni otra cosa que no fueran besos inocentes.

Bajo las sábanas {j.b} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora