Nos levantamos por la madrugada cuando apenas venía saliendo el sol.
El viaje hasta Westley duraba cuatro horas cuando el tráfico era bajo y se extendía un poco más las ocasiones en las que había congestión en la carretera. Por nuestros planes de llegar antes de la hora del almuerzo nos pusimos en marcha en cuanto terminamos de desayunar para no tener que hacer ninguna parada en el camino.
Jazmyn se durmió cuando llevábamos solamente una hora de camino. Estuvo haciéndome plática para que, según ella, el viaje no se me hiciera largo y aburrido pero evidentemente le faltaron ganas. De igual manera, no me resulta aburrido, antes de conocerla yo hacía estos viajes en carreta completamente sola, con la música siendo mi única compañía y los soportaba bastante bien.
Las vías estaban libres, eran muy pocos los carros transitando en ellas por lo que asumí que llegaríamos más temprano de lo que dijimos. El hecho de tenerme siendo cuidadosa al manejar tal vez no haría una gran diferencia. Pero aunque lo bueno casi no cuenta, cuenta mucho.
—Buenos días —fastidié a Jazmyn en cuanto abrió los ojos.
—¿Buenos días por qué? Si piensas que yo estaba dormida estas muy equivocada, me puse a descansar los ojos porque me ardían mucho.
—¿Te descansaron?
—Sí, lo suficiente.
—Ya veo. Estamos por llegar, ¿reconoces las calles?
—Nunca podría olvidarme de ellas, Dios. Por aquí vinieron a recogerme la primera vez que monte a caballo, ese maldito animal que camino por la vida sin rumbo.
—Por creerte la que sabe todo y no aceptar acompañante.
—Lo mejor de la vida son esas historias donde todo va en cagada, para que cuando les cuente a mis hijos no se sientan mal, porque tendré evidencia de que yo hice cagadas muchos años antes de ellos y salí adelante.
Sacudí mi cabeza riéndome de ella. Los 30 minutos que faltaban para llegar se sintieron como segundos entre pláticas y anécdotas.
Al llegar a casa de mis padres después de recibir un cordial saludo, fuimos inmediatamente dirigidas hasta la mesa para tener nuestra porción de comida del almuerzo. Mientras mamá nos servía, mi padre se llevó a Max para que fueran sacando nuestras cosas del carro.
—Mamá, yo te dije que no iban a faltar —le dijo Max a nuestra madre alzando las bolsas de compras para que pudiera verlas. Los ojos de mi madre se iluminaron y luego me dirigió una mirada seria.
—Espero que eso no signifique que no planeas venir para navidad, Haizel Abigail.
—¿Cuando he dejado de hacerlo?
—Nunca habíamos dejado de hacernos visitas, y tenías un tiempo sin venir. Solamente quiero asegurarme de no tener que pasar una navidad en donde no estés presente.
—No te preocupes por eso, mamá. Estaré aquí.
Mi padre y Max se sentaron junto a nosotros en la mesa y fue hasta entonces que mamá comenzó a poner los platos de comida en el lugar de cada quien. Puso el chile que picaba como un demonio, metafóricamente hablando, en la mesa y iniciamos a comer; juntos como una familia.
—¿Ha ido todo bien, peluchito? —me hizo la pregunta mi papá.
—Sí, todo bien. ¿Ustedes han estado bien? Veo la casa con algunos cambios.
—Modifiqué el orden de las cosas en el corredor, la sala y aquí en el comedor, nada grande —confesó mamá.
—Traemos algunas cosas para decorarte.
—Se toman un día completo cuando se ponen en su decoración. ¿No van a ir a ver el establo?
—Tenemos dos días, papá. Vamos a hacer las cosas aquí primero, luego pasaremos todo el domingo en el establo.
—Deberían de venir un día a remodelar el establo, tenían tan acostumbrados a los animales a cambiar de posición que seguramente ya lo han de extrañar.
—No lo creo don Tino. Sus caras cuando se están cambiando las cosas de lugar son de todo menos de felicidad.
Papá se retorció de la risa, seguramente recordando la locura en la que se convirtió el establo aquella vez que habíamos intentado cambiar todas las cosas de lugar.
—Sería lindo verlas corriendo detrás de los caballos para poder meterlos nuevamente.
—Los caballos fueron lo de menos, las vacas fueron una verdadera pesadilla.
—Porque les tenías miedo.
—Todavía puedo escuchar tus palabras de ese día en mis oídos —se ridiculizó mamá por primera vez y le parodió—. Su leche es rica pero no quiero que tenga sabor a mí porque me han tragado.
—Yo estoy gorda y ustedes están gordas, ¡van a estallar! —continué molestando a Jazmyn junto a mamá.
—Ahora da risa, pero en ese momento estaba luchando por mi vida. Pensé que los agresivos eran los toros, pero esas vacas querían lanzarse hasta mí. Literalmente lanzarse y hacer de mi existencia algo que iba a quedar en sus recuerdos.
—Eso fue exagerado, Jaz.
—Tú qué sabes, ni siquiera lo viviste. Yo nunca había estado tan cerca de animales en mi vida y luego me toca meter al establo a varios que andaban como yo cuando mi mamá me permitía salir a los cuatro años. Sin corral y fastidiando al primero que se cruce en mi camino.
Nos mantuvimos recordando un poco de los viejos tiempos hasta que finalmente se dio el momento en el que nos pusimos a arreglar. Antes de iniciar con eso le dimos las cosas que pertenecían a cada quien para que fueran apartando espacio y tener el suficiente a la hora de empezar.
Mamá nunca solía opinar respecto a la decoración que se le hacía, ella era totalmente una consentidora de cada pequeña cosa que se nos ocurría. Y es que, tampoco hacemos esta remodelación cada vez que venimos, solamente cuando ha pasado un buen tiempo y se ve que las cosas que necesitan ya un nuevo aspecto. Nos mantuvimos gran parte de la tarde en el agite de acomodar, restaurar, y volver a acomodar las cosas dentro de toda la casa. Aproveché para lavar lo que se había quitado ese mismo día también.
Cuando Justin llamó por la noche estaba con mi familia en el comedor teniendo una conversación sobre nuestros trabajos, no me sentía cómoda respondiendo la llamada con ellos cerca por lo que me alejé un poco para poder atender.
—¿Hola?
—Hola, guapa. ¿Cómo estuvo el viaje en carretera?
—Como un viaje en carretera —bromeé y ambos reímos.
—Me refería a si había estado bien.
—Oh, sí. Bastante soportable.
—Bien. ¿Qué has hecho? ¿Fue bueno volver a ver a la familia?
—De todo un poco, llegamos como para el almuerzo y desde entonces nos hemos mantenido en acción. Incluso arreglamos un poco la casa.
—No te había llamado antes por eso mismo, asumí que necesitabas tiempo para disfrutar con tu familia. Me has visto más a mí que a ellos en el último período.
—Sí que te he visto.
—Todas las noches.
Sonreí. Realmente lo miraba todas las noches aun habiendo ocasiones en las que solo nos mirábamos por cortos minutos porque él tenía trabajo que atender, pasaba por mi casa o me pedía que fuera un momento a la de él.
—Voy a llamarte mañana para ver cómo están las cosas, ¿sí? Solo quería confirmar que todo iba bien.
—Está bien, buenas noches.
—Buenas noches, guapa. Disfruta la familia.
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Bajo las sábanas {j.b}
FanficUna noche fue suficiente para cambiar sus vidas. Dejándose llevar por la curiosidad y el deseo, pudieron descubrir por ellos mismos que eran buenos en algo más que lanzarse miradas y coqueteos. Ambos pasaron en alto los pequeños detalles de esa noch...