Capítulo 06

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—¿Cómo te sientes? —curioseó Justin en cuanto pasó la puerta de la habitación. Nunca hubiese imaginado que su voz podría sonar así de insegura y débil.

—Estoy bien, gracias por preguntar. Y por estar aquí.

—Quería hacerlo.

Justin avanzó hasta uno de los sillones que estaba en la habitación y lo pegó un poco más a la cama. Me estuve como tonta observando sus movimientos y a él, que llevaba puesta una camisa manga larga de cuello enrollada en sus brazos y un saco apoyado en uno de sus hombros pero terminó en el respaldar del sillón cuando se sentó.

—Nos preocupaste mucho, una vez pasaron las dos horas desde que habías salido de emergencias y no despertabas comenzamos a asumir cosas feas. Pero el doctor explicó que solamente necesitabas descanso.

—Yo siempre necesito descanso, y aunque no lo necesite igual duermo mucho porque amo hacerlo —bromeé. Justin me dio una sonrisa sin exponer sus dientes y negó con su cabeza.

—Eres increíble.

—Gracias.

—¿Ya habías pasado por algo como eso?

—No, ni siquiera había tenido problemas con la presión antes. Y ahora resulta que hasta la azúcar estuvo involucrada.

Él asintió.

—Hablé con el médico y me dijo que hay una posibilidad en la que pueda haber sido solo un susto y realmente no estas padeciendo esas enfermedades.

Accedí a lo que acababa de decir, porque el doctor me había dicho lo mismo a mí. Tomé la página que me habían dado con las marcas de exámenes que debía de hacerme y se lo extendí para que los viera.

—Tengo hacerme esos exámenes para que él pueda saber de qué se trató esto. Me dijo que puede ser algo hereditario también.

—¿Hereditario?

—Sí, siendo honesta, me gustan las herencias materiales. Es verdad que una vez tome de la cartera de mi abuela muerta un poco de dinero para poder comprarme una galleta pero se está pasando si esta es su manera de cobrarlo.

—Tranquila, no creo que tu abuela muerta sea parte de esto.

—¿Sabes? —farfullé pensativa.

—Dime.

—Dicen que cuando mueres hay una pantalla en la que transmiten las cosas que hiciste mientras estabas en vida, mi abuela pudo haber estado cerca ese día y cuando transmitieron lo que ella hacía salí yo en el fondo tomando el dinero de su cartera.

Justin no sólo se rio, él carcajeó como si hubiese dicho el más grande los chistes. Incrédula, lo miré para que notara la seriedad con la que yo estaba tomando el asunto.

—Lo siento —se disculpó intentando calmar su voz—. No puedes esperar que tome eso como algo serio. Hay una creencia cristiana que dice eso, pero según tengo entendido es cuando Dios venga, no en cuanto la persona muere.

La puerta se abrió revelándonos a Jazmyn con una bolsa en su mano, la tomaba con tanto cuidado que probablemente la sopa venía muy caliente y estaba evitando hacer contacto con ella y quemarse.

—¿Quieres ayuda? —le ofreció Justin viéndola lidiar para cerrar la puerta.

—Por favor —le respondió sin voltear—. Toma la bolsa de mis manos o ciérrame la puerta.

Justin se levantó de su asiento para ir a ayudarle, primero cerró la puerta y cuando Jazmyn estaba caminando en mi dirección, se adelantó a quitarle la sopa de las manos.

—Santo... esto está caliente.

—Dímelo a mí —comentó Jazmyn husmeando en la bolsa y sacando lo que estaba dentro—. Tuve que traerla en mis piernas para asegurar que no se cayera en el carro. Me arde como puta madre mi pierna derecha.

Ambos miramos en su dirección sin decir nada.

—¿Puedes ayudarla a acomodarse para que coma, Justin?

—Yo puedo sola —dije pero fui ignorada. Él se acercó y me ayudó a que pudiera sentarme mejor, estoy segura de que hasta podía levantarme de la cama para ir al sillón.

Justin tomó la sopa que Jazmyn sostenía y me ayudó a apoyarla en una de las almohadas. Cuando empecé a comer me queme la lengua en el primer bocado. Verdaderamente estaba caliente. Lo que hice fue mantenerme soplando a los siguientes hasta que se normalizó.

—Y, ¿ya hablaron e hicieron los pases? —nos observamos el uno al otro ante la pregunta de Jazmyn, aunque ninguno respondió. Me centre en seguir comiendo, me parecía una mejor opción—. ¿Amigos o enemigos?

—¿Cuándo sales? —preguntó Justin mirándome a mí.

—Bueno, ignórenme.

Y es lo que hicimos.

—Ya debería estar por salir, el doctor solo me dio una hora más para estar aquí.

—¿Has terminado de comer?

—No, pero ya estoy llena.

—Jazmyn, ayúdale a arreglarse, iré por el doctor a ver cómo está la situación para que le dé de alta —pidió, no, él ordenó antes de salir en busca del doctor.

—¿No te pone, Haizel? Verlo todo dominante, seguramente estas mojada ahora.

—Claro que no. No tengo la palabra sexo en mi mente a todas las horas del día —ella quitó el plato de sopa de mis piernas y aproveché para volverme a acostar.

—Aquí en confianza, ¿ya hablaron?

—Hablamos, sí.

—¿Sobre los problemas que tuvieron?

—No son problemas, Jaz. Y no, sobre eso no hemos hablado, él no lo aludió y yo también iba a hacerlo.

—Que complicados son mis hijos —expresó sentándose en el sillón a mi lado—. Oye, ¿recuerdas algo de lo que pasó antes de despertar aquí?

—No.

—Voy a ir a la iglesia el domingo, estoy pensando seriamente en que Dios me ama.

—¿Qué?

—¿Me acompañas? Ambas tenemos que agradecerle algo.

Una enfermera llegó a chequearme por última vez, nos dio un recibo para que pagáramos en la ventanilla del hospital y ya éramos libres de irnos a casa.

Justin tomó el papel y se ofreció a pagarlo él, no tengo idea de lo que ha visto en mi cara porque no necesito ser la obra de caridad de nadie. Ni cuando comencé a vivir sola y no tenía un solo centavo para sobrevivir acepte que alguien me diera limosna. Rendido de pelear puso el recibo en manos de Jazmyn para que fuera a pagar con mi tarjeta de débito.

—¿Ya no sientes algo fuera de lo normal en ti? ¿Dolor o algo?

—No, Justin. Estoy bien, como nueva otra vez.

—Si te sientes mal, en el mismo instante en que comience el malestar, llámame. No importa la hora que sea.

—Gracias.

—Dime que lo harás.

—Lo haré, trataré al menos.

Asintió, y se acercó a mí a pasos cortos. Sus brazos me envolvieron en un abrazo tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca. Mi mirada se conectó con la suya por unos segundos hasta que él mismo la apartó y se bajó a darme un beso en la frente.

—Lo siento por todo —musitó aún con sus labios rozando mi frente. Me costó reaccionar pero finalmente terminé dándole una respuesta.

—Yo también.

Bajo las sábanas {j.b} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora