Capítulo 05

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Decir que no quería levantarme era poco.

Me dolía la cabeza a tanta intensidad que sentía como si estuviesen dándome golpes con bates de béisbol, y abrir mis ojos fue realmente el mayor de mis tormentos.

Me molestaba la luz. Me molestaba respirar. Me molestaba estar viva.

—¡Despertaste! Abre la boca para poder introducir la pastilla.

No tenía fuerzas para reconocer la voz, pero no podía ser nadie más que Jazmyn. Cumplí a lo que pidió y traté de abrir mi boca, inclusive hacer eso me dolía.

—Bien, mantenla así que pondré agua —el líquido quemaba por dentro pero logré digerirlo—. Estás impregnada en fiebre, al menos dejaste de temblar. ¿Puedes hablar?

Sacudí mi cabeza.

—¿Quieres que te inyecten? —cuestionó Jazmyn y volví a negar, no tenía la fuerza suficiente para hablar—. Dios, estoy odiando tanto el hecho de que vivamos solas en este momento. No estaba preparada para ser la madre —el silencio reino por unos cortos segundos—. Tal vez debí hacerle caso a mi papá y estudiar medicina en vez de administración en la universidad, ni siquiera estoy siendo una administradora como había pensado —sus manos tocaron mi rostro—. ¡No te mueras Haizel! Voy a llamar a algún doctor.

Su voz se alejó por un tiempo y después volvió.

—Vienen en camino, me dijeron que me mantuviera hablándote. Te voy a contar un secreto, yo cree una página en Facebook porque quería ser administradora de algo, soy la única administradora en esa página. Me siento poderosa.

Si estuviera con la fuerza necesaria estoy segura que me hubiese reído.

—También hay un grupo de la familia que administro en WhatsApp, el primer mensaje que envié fue; Já, ilusos. Y decían que nunca iba a administrar nada.

Si pasó algo después, no lo recuerdo porque lo único en mi mente fue la luz negra cayendo ante mis ojos.

* * *

Para la próxima vez que abrí mis ojos ya estaba sintiéndome más viva, el dolor había disminuido lo justo y podía respirar sin dificultad. Las paredes blancas del cuarto de hospital fueron el paisaje en recibirme, estaba acostada de lado por lo que me adecué bien hasta estar boca arriba en la cama.

—Despertaste —afirmó Jazmyn estando a mi lado—. Déjame llamar al doctor para que te revise.

—Espera, ¿qué fue lo que me sucedió?

—Se te bajó la presión, y subió la azúcar. Fue algo horrible que no quiero que suceda nunca más —transitó hasta la puerta todavía viéndome—. ¿Me escuchaste? Nunca más.

El doctor ingresó con Jazmyn siguiendo sus pasos. Comprobó mi presión y pinzó mis dedos para tomar sangre y hacerme la prueba de la azúcar.

—Todo volvió a la normalidad —comunicó depositando en el cesto de la basura la tirita de sangre—. ¿Qué edad tienes, Haizel?

—22.

—Eres demasiado joven para haber pasado ese susto. No sé si te lo informaron ya, pero traías la presión demasiado baja del nivel que regularmente tiene que estar para una persona de tu edad y la azúcar alta. Llegaste casi inconsciente a la sala de emergencias del hospital, si dejaban pasar unos minutos más... probablemente no hubiese tenido la oportunidad de estar platicando contigo en este momento.

—¿Eso qué quiere decir, doctor?

—Para el estado en el que te encontrabas, pudiste haber fallecido o caído en algún tipo de derrame.

Mi corazón casi se detiene cuando escuché esas palabras.

—¿Se sabe por qué fue? —pregunté, mi voz tembló con miedo a la respuesta—. ¿Puedo tener algo como eso de nuevo?

—Hay muchas razones por las que esto pudo haber sido provocado, pero a tu edad, y viendo tu condición física no logro llegar a ella. ¿Has tenido familiares que parecen de diabetes o la presión?

—Mi abuela materna sufría de eso, llegó a tal grado de necesitar diálisis para prolongar su vida. Tengo varias tías que padecen de la presión, pero les han dicho que puede ser por su peso alto.

—Estas son enfermedades que en ocasiones se heredan, y lastimosamente hay un gran porcentaje en índices que asegura que proceden de la abuela materna —él sacó un talonario en el que escribió o tachó algunas cosas antes de entregármelo—. Voy a mandarte hacer esos exámenes, en cuanto tengas el resultado de todos vienes a consulta para leerlo y descubrir si se trata de algo serio o solamente fue un susto.

—Esperemos que lo sea, solamente un susto —conversó Jazmyn por primera vez desde que había entrado junto al doctor.

Yo también esperaba que no fuera nada grave. Las herencias de cualquier tipo pueden ser bienvenidas, menos las enfermedades.

—¿Tienes hambre?

Yo asentí.

—Puedes darle algo suave para que coma —le indicó el doctor a Jazmyn—. Estarás aquí por una hora, solo para mantenernos tomándote la presión y la azúcar durante un tiempo más y asegurarnos que estarás bien.

—Gracias —le expresé, él hizo un ademán con la cabeza y salió de la habitación.

—Odio el olor a hospital. Cuando lo siento me da la sensación de que estoy enferma y quiero vomitar.

—Serás tonta.

Ella sonrió y removió su cabeza.

—No conozco más comida suave que las sopas, ¿quieres una?

—Sí. Pero que no sea comprada en la cafetería de hospital, no me gusta como saben. Es como pipí de dinosaurio.

Volví a cerrar mis ojos cuando Jazmyn dijo que iba a ir a buscar la sopa. Pero me vi obligada a abrirlos otra vez cuando su voz reapareció llamando mi atención.

—Oye, lo había olvidado.

—¿El qué?

—Antes que nada, quiero disculparme anticipadamente. Yo pensé que ibas a morir y estaba al borde la desesperación, no tenía cabeza para pensar en nada más.

—¿Qué hiciste? —indagué al descifrar sus palabras. En ellas estaba intentando esconder una verdad que probablemente no vaya a tomar bien.

—Cuando veníamos en la ambulancia para acá, tu celular estaba sonando, te prometo que lo ignoré al inicio pero estaba colmando mi paciencia que nunca parara. En mi desesperación lo respondí, casi a gritos. Aquella persona me preguntó que qué estaba sucediendo y porque se escuchaba ese sonido, sin molestarme a saber quién era le conté que te habías puesto mal y que íbamos camino al hospital en una ambulancia.

Mientras ella hablaba me limite a escuchar, cuando vi que no continuaba hice un sonido con mi garganta para que siguiera contando.

—Esa persona me pidió la dirección del hospital al que nos dirigíamos, se la di y dijo que iría inmediatamente para allá antes de cortar la llamada. No fue hasta que me encargue de dejarte junto a los médicos en la puerta de emergencia, donde me prohibieron el paso que di con aquella persona, era Justin. Él estaba llamando y fue él quien corrió a verte al hospital. Estuvo aquí durante las cinco horas que estuviste fuera de ti misma.

—¿Él sigue aquí?

Ella ratificó con un movimiento leve hecho con su cabeza.

—Está afuera. Y estaría encantado de verte si se lo permites —se aproximó un poco más hasta donde estaba yo, y musitó en voz más baja que antes—. Y no te preocupes, ya le reproché para cada vez que hizo a tu cabeza confundirse. Y le di dos golpes, uno de mi parte y otro de la tuya que fue el doble de fuerte.

Después de eso, ella salió de la habitación.

Bajo las sábanas {j.b} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora