Aprendiendo.

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-Ten- Le dijo el guía a Susan pasándole una escoba, y él comenzó a barrer en la parte de la cocina. Susan comenzó a mover el cepillo, arrastrando algo de la tierra que llevaba. El guía sonrió burlón al verla.
-En serio nunca has barrido ¿O sí?

-Nunca me fue necesario- Dijo Susan tratando de defenderse. Él rió.

-Mal dicho linda. Siempre te fue necesario, solo que tenías gente atendiendo a tus necesidades.

-Sea como sea, nunca tuve que barrer.

-Bien, siempre se puede aprender. A ver, toma el cepillo.- Y Susan lo hizo. Luego de hacerlo reflexionó un momento el porqué le hizo caso tan rápido, pero ya qué, ya lo había hecho.
-Tomas la escoba así, con la mano derecha- Dijo él sujetando con sus manos ásperas las delicadas manos de Susan- Y con la otra le das dirección al cepillo. ¿Ves? Es sencillo. Sigue tú.- Y de nuevo Susan lo hizo.

-Demonios, estoy barriendo- Pensó Susan.

-No está mal- Dijo él aplaudiendo sarcásticamente. Bien, seguiré en la cocina.

En el tiempo en el que él limpió la habitación, el baño y la cocina, tanto las paredes, el techo y el piso, fue el mismo tiempo que le tomó a Susan limpiar el piso de la sala. Sin embargo, ella se sentía orgullosa.
Él no cortó sus aires de grandeza, solo sonrió, la miró unos segundos y se acercó.

-Bien hecho. Ahora dame un permiso para sacar las telarañas- Dijo él, alcanzando hasta el techo y removiendo las telas de araña con un cepillo. En 10 minutos ya había terminado.
-Bien, me imagino que quieres ducharte.

-Sí- Respondió Susan exhausta.

-No te hiperventiles aún. Apenas es el comienzo. Iré a buscarte un par de baldes de agua del tanque de afuera. Eso hay que llenarlo diariamente mientras nos encontremos aquí.

-Yo no puedo cargar ni un balde de esos- Dijo ella.

-Ya veremos- Respondió él con una sonrisa a medio lado. Fue e hizo como había dicho que haría. Ella tomó una ducha, volvió a la habitación y se vistió, con su normal ropa de casa, pero bastante formal para el lugar donde estaban. Pero no quedaba de otra, ya que ella empacó como si solo fueran a Milán, no a ese pueblo. Bueno, ni pueblo, población.

Al salir de la habitación, él ya estaba duchado y cocinando.

-¿Dónde te bañaste?- Le preguntó ella.

-Afuera- Respondió él sin separar la vista del sartén.

-¿Con este frío?- Dijo, y era cierto, ya habían 5 grados centígrados, debido a que ya había oscurecido. La casa, al igual que el resto de la población, estaban iluminadas por bombillos amarillos.

-¿Has ido a Alaska?- Preguntó él.

-No.

-Pues, el agua es más fría allá- Dijo él serio, aún sin levantar la vista del sartén. Aún con la camiseta que tenía, se le podía apreciar una enorme espalda, y un trasero que Susan no podía evitar notar. 

-¿Qué cenaremos?- Preguntó Susan volviendo en sí.- Él sonrió.

-Carne- Respondió.

-¿De qué?

-A todos les gustan las salchichas, pero nadie quiere saber qué contienen.

-A mi me dan curiosidad las salchichas.- Él volteó lentamente con una sonrisa pícara, casi perversa. Ella rió.

-¡No ese tipo de salchichas!- Dijo riendo.

-Ah, y sí ríes- Respondió él, ya sirviendo la comida.

-Okey me hiciste reír, pero ¿Al menos planeas decirme tu nombre?

-No creo que eso sea necesario. Llámame Capitán. - Ella rió burlona. Él permaneció serio.

-¿Ah, es en serio?

-Pues sí.

-Bien, "Capitán"- Dijo haciendo las comillas con los dedos- ¿De qué es la carne?

-Preciosa, debo devolverte viva para que me den la otra mitad del pago, así que no te preocupes, no tiene veneno.

-¿Que no te importaba el dinero?- Preguntó ella con el pecho inflado.

-No me importa- Corroboró- Eso ya me lo pagaron. La otra mitad del pago es mantener mi buena reputación.- Ella calló por un instante.
-Ten, come- Dijo sirviendo la comida, muy bien presentada, por cierto.

-Que mandón- Replicó ella mirándole el rostro. Él levantó los hombros indiferente. Ella probó. *******. Por un momento quedó en las nubes. Era la carne más deliciosa que recordaba haber probado, bien acompañada de verduras muy bien aliñadas y aderezadas.

-Es... está increíble- Dijo ella.

-Puede que pases trabajo, pero hambre no vas a pasar. Disfrutalo.

Ella continuó comiendo y disfrutó cada bocado.

-Realmente estuvo delicioso- Dijo al culminar el platillo. - Pero ¿De qué era la carne?- Él sonrió.

-No era carne. Era carver. Un buen trozo de carver. No conseguirán carne por aquí a menos que cases un conejo o críes corderos. Sin embargo, trataré de conseguir alguno de ambos si lo deseas.- Ella no escuchó mucho del final. Aún trataba de identificar qué diablos era carver, pero igual le había encantado.

-¿Y cómo se hace ese carver?- Preguntó ella.

-Es un tanto complicado de explicar, es un proceso largo. La próxima vez que haga lo hacemos juntos- Le dijo él. A ella no le molestaba en nada la idea, pero no por coqueteo, sino porque en serio quería aprender. Ella estaba bien firme en la idea de que se casaría en poco más de una semana, y a pesar de estar en la misma casa a solas con un chico sexy por donde lo miraras, ella ni siquiera lo pensaba. Sin embargo, Eduardo nunca le había cocinado.
-Bien, ya creo que es hora de dormir.- Le dijo él.

-Si bueno, tengo que escribir un poco ahora, pero puedes apagar la luz de la sala si quieres.

-Está bien. En realidad yo si estoy algo cansado. Descansa.

-Igualmente, capitán.

La Reina y el Capitán (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora