CAPÍTULO 13

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ANAHÍ

Llevaba horas conduciendo. Lo único que pasaba por mi mente eran mi madre, esa bebé y como había tratado a Dulce. Su forma de mirarme, con tristeza y dolor por cómo la trate.

-Dulce no merecía esto soy un asco. Pero quería estar sola, la amo con todo mi corazón, pero sé que la terminaré quemando como tanto temí.

Me cuesta ser distinta, me aterra que me lastime y aunque no parezca sigo sin poder confiarme demasiado de está relación.

Mi madre, o la señora esa siempre hace que me sienta como ahorita mismo, a ¿quién quiero engañar?, ya no soy la misma Anahí, cada vez que la veo mi parte más mala aparece y queda sólo ésto, una mujer profundamente dolida. Con una sola cosa buena en su vida, Dulce.

No sabía que rayos había pasado ahí, se me salió de las manos mi enojo y mi odio. Pero sabía que me haya sentido, como me haya sentido, no tenía que haber tratado así a Dulce.

-¡Maldición!- Grité soltando todas las lágrimas que había guardado todo este rato.

-Maldición...- repetí.

Las preguntas pasaban de una en una por mi cabeza, y aunque esta misma formulara las preguntas, no había forma de que formulara las respuestas, acerca de mi madre y su abandono. La única respuesta que había en mi cabeza para esto era, beber, beber y olvidar todo en un buen antro. Viernes por la noche el ambiente está perfecto, para sacar todo esto por un buen rato.

Tenía un pequeño tiempo de no embriagarme desde que estoy con Dulce, la última vez fue cuándo salí con Tati y me fui con su amiga la modelo.

Quizás podía olvidar todo, pero el dolor seguirá ahí, haciéndome recordar todo otra vez.

Luego de un rato conduciendo, al fin encontré ese lugar que estaba buscando. Estacione el auto en el aparcamiento y quede un rato dentro de el. Quería recuperarme un poco, no quería salir de esa forma. Cuándo al fin estaba capacitada mentalmente y físicamente para salir lo hice. Me baje, me encamine a la cajuela del auto y saque maquillaje, luego volví a entrar y me maquille y arregle el cabello quedando de nuevo muy bien.

Salí del auto, lo cerré, y me dirigí hacía adentro de la disco.

-¿Qué va a tomar?- pregunta un hombre que estaba al otro lado de la barra.

-Una botella de vodka- pedí animada.

Recuerdo que la última vez que tome vodka fue el día que conocí a Dulce, ese día fue también uno duro y lleno de dolor. Y ni mencionar la resaca que tuve al otro día.

-Se la traigo de inmediato- dijo el hombre y se dio la vuelta para buscar entre las botellas.

Digamos que en otra oportunidad lo hubiera examinado, pero esta vez no tenía ganas. Solo quería beber para poder olvidarme de todo.

-Aquí está su trago señorita- dijo el hombre con una dulce sonrisa.

-Gracias- susurre mirando hacía abajo. No tenía la valentía de responder a esa sonrisa sin llorar, digamos que aún no estaba capacitada para eso.

Abrí la botella ansiosa, como un niño cuándo abre su regalo de navidad. Cuándo al fin lo logré me serví rápidamente en el vaso que me dejo aquel hombre. Cuándo me bebí mi primer vaso todo se volvió diferente. Todo era mejor, o al menos eso sentía yo.

Había pasado una hora más o menos desde que llegué aquí. Lo único que podía formular mi cabeza eran las preguntas que aún seguían sin respuesta.

Llevaba la mitad de la botella de vodka bebida, y ya me sentía lo bastante ebria como para pararme y bailar. El ambiente del antro estaba más animado que cuándo llegué. La música había empezado a sonar desde hace media hora, mientras que el número de gente había crecido. Habían colores por todas partes, y estaban haciendo una especie de show en el escenario. Yo por mi parte estaba concentrada en mi vaso.

UN AMOR IMPOSIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora