No sabemos a qué enfrentarnos.
No sabemos si somos buenos o malos.
No lo sabemos.
Y es por eso que estoy tan confundido,
que con la niebla se me nubla el pensamiento.
La imaginación se vuelve un parásito
y me confunde.
Entonces grito al vacío,
a la soledad.
Oídos sordos.
Se acerca lo desconocido
recubierto de ramas y hojas muertas
que huelen a otoño;
cantando mi soliloquio,
una vida dispar
y hace ruido al respirar.
Me mira y me besa,
dejándome en la boca restos de hojas muertas
que jamás escupiré.