¡Bájate del trineo, Sirius!

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Tirado en la cama, sin afeitar y sólo con la parte de abajo del pijama, Sirius sintió que su espejito vibraba en la mesita de noche. Gruñó y lo cogió sin mirar. Un James despeinado, cubierto hasta las orejas de espumillón, le sonreía.

- Tienes mala cara, Canuto. ¿Te lo pasaste bien ayer por la noche?

Este se desperezó y se dejó caer de nuevo a la almohada.

- Mejor que tú, Cornamenta- murmuró con voz pastosa, mirando a la chica que dormía a su lado-. ¿Qué pasa?

- Quiero reunir a los Merodeadores. Tengo importante que decir.

Sirius se apoyó en un codo para incorporarse.

- ¿Vamos a tu casa?

- No. Fuera.

- A desafiar al peligro, ¿eh? ¿Tu pelirroja esposa no ha dicho nada?

- Qué va- murmuró James, quitándose el espumillón de la cabeza-. Dice que me vendrá bien, siempre que vuelva vivo. A las cinco en el Caldero Chorreante, ¿hace?

- Hace. ¿Y Lunático y...?

- Yo los aviso por felétono- lo interrumpió James con una mueca-. Te veo en un rato, Canuto. No te olvides de no peinarte hoy, es Nochebuena.

Sirius soltó una carcajada. Lo de no peinarse era un trato que tenían desde segundo año; despeinados en Nochebuena, peinados en Navidad. A pesar de que James se había casado, era bueno ver que todavía se acordaba.

Llegó el último, como siempre.

Los Merodeadores, sentados en una mesa, empezaron a gritar que porqué llegaba tan tarde, que era un vago y que más le valía invitarlos a un whisky de fuego por la media hora de retraso. Tom, el tabernero, abrió las orejas en cuanto lo escuchó, pero se desengañó enseguida; los cuatro pasaron de largo al Londres muggle.

Las calles estaban casi desiertas. Cuando llegaron al parquecito que tanto conocían, todos se giraron para mirar a James de forma expectante.

Sólo los mortífagos y los locos salían a la calle después del anochecer. Sí, estamos locos, pensó Sirius. ¿Qué más daba?

James dio un par de pasos a un lado del parquecito y a otro y se pasó la mano por el pelo.

- ¡Voy a ser padre!- gritó, desplomándose sobre el banco.

"¿¡QUÉ!?"

Sirius sintió cómo se le desencajaba la mandíbula. Dejaron de importar Voldemort, que no le gustaba la Navidad, la chica sin nombre que lo esperaba en casa.

- ¡Hijo de banshee, qué callado te lo tenías!- gritó, tirándosele encima.

Dejó de importar que James se había casado e iba a pasar la Navidad sin él.

- ¡Felicitaciones, James! No me puedo creer que vayas a ser padre por fin- Remus también se le había tirado encima, concretamente al brazo- ¿Cómo está Lily?

- Todavía no siente nada.

Colagusano, colgado de una de las piernas de James, levantó la cabeza. Lloraba de felicidad.

- Cuesta asimilarlo- dijo entre hipidos-. Qué bonito, un bebé.

Sirius dejó de ahogar a James y le dirigió una mirada especulativa. Ya se imaginaba llevando a su nuevo ahijado, curiosamente parecido a James, en la moto por los tejados del Londres muggle; sólo tenía que convencer a la pelirroja de que él era una compañía segura.

- ¿Qué cara pusiste cuando Lily te lo contó?- estaba preguntando Remus.

- No me lo podía creer, realmente no podía...- dijo James, sonriendo con azoramiento- empecé a reír, llorar y abrazarla al mismo tiempo.

Harry Potter⚡One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora