En su cama (Lily//Severus)

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¡Mayores de 15!

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Todo sucedió una noche, en Cokeworth.

Nos habíamos encontrado un rato antes, en Diagon...

¿Cómo se hace para esquivar las miradas, cuando ya nadie tiene fuerzas para fingir?

¿Cómo se hace para simular indiferencia, cuando el orgullo lleva años, muerto?

¿Cómo se hace para seguir caminando, cuando la nostalgia detiene el andar, y entonces el tiempo también se detiene?

Fue en su casa. En su cama. En esa cama gélida y hostil que con cada invierno se convertía en un depósito de sueños rotos.

Su cama y su piel me recibieron.

Lo escuché llamarme mi Lily, mientras me abrazaba, mientras me tocaba... y supe que, a pesar de James, Severus continuaba sintiéndome suya. Y era lógico, él había estado primero, y solo hacía valer esa verdad.

Y aunque intenté obligarme a creer que sería la única, la última vez, aunque decidí que lo mejor sería la estrategia de la justificación, la de declararme débil y archivar esa noche, y lo que había pasado entre nosotros, entre sus sábanas, fui auténtica. Los dos lo fuimos.

Y me entregué, voluntariamente. Porque quise.

Me despojé de mi ropa, y de mi compromiso formal.

Sí, fui infiel, para serle fiel, o tal vez a la memoria del que conocí, del que no pude olvidar, aquel de antes de ser captado por las tinieblas...

Sin embargo, al cabo de esas horas donde desquitó en mí, todos y cada uno de sus deseos, ni siquiera la peligrosa y desconocida fusión de su cuerpo con el mío, alcanzó para alejar mis temores.

Me dejé llevar, cuando me invadió vulnerando la frontera de mis labios, como quien profana la entrada de un templo.

Le permití besarme, ganarme, complací su primera demanda de que mi lengua estuviera dentro de su boca. Lo sentí respirar como un predador, con un alivio de satisfacción insana mientras la retenía, y me contagiaba gemidos que se ahogaban en nuestra saliva caliente.

Mi lengua fue su primer delirio cumplido, para luego deslizar la suya, dentro, muy dentro de la espiral de mis orejas, y después sobre la ruta de mi cuello, alternando humedad con una incisiva presión de sus dientes que me causaban un dolor de adicción dulce.

El vaivén agitado de mi pecho lo incentivaba, y precisamente ahí se detuvo.

Sus manos inquietas se adaptaron a mis formas, y sus ojos me sentenciaron lo peor. Todo lo que hacía, había sido planificado durante mucho tiempo; podría decir que había fantaseado con cada detalle, y se había encargado muy bien de que me diera cuenta.

Lo sometí a mis jadeos crecientes e inevitables, padecí su esmero cuando remordió la suave textura de mi piel, comiendo con voracidad, apretándome y comiendo de mí, con una desesperación que lejos de ser un arrebato desordenado, era un plan cuidadoso que elevaba más y más el nivel, mientras él descendía con lentitud deliberada a través del calor de mi vientre.

Proferí un gemido largo y motivador, cuando separó mis muslos. Hizo presión sobre ellos, y sin demorar, cubrió con su boca la totalidad de mi secreto de rosa cálida.

Amé abrirme para su boca...

Amé traerlo hacia mí, para asegurarme que no se detuviera, para insistirle que continuara...

Me dejó húmeda de él, lo dejé húmedo de mí...

Fueron las caricias ocultas de una tortura de común acuerdo, de constante aprobación, de veneno derramado.

Harry Potter⚡One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora