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Sentía un gran ardor en mi cabeza, ya que la que se hacia llamar mi madre me sujetaba duramente de mis castaños cabellos. Mis gritos de disculpas y mi ruego para que me soltaran ya no cesaban. Me estaba haciendo mucho daño de verdad, y mis lágrimas no tardaron en bajar por mis mejillas, que por cierto se encontraban hechas un fuego. Mi cabeza no paraba de dar vueltas y sentía que dentro de poco iría a desmayarme.
_ Eres una insolente, malcriada y una mierda_ gritaba mi  madre sin piedad esta vez optó por soltarme mis cabellos y agarrar un cinto del perchero. Y no sentía ni una pena o molestia en pegarme sobre mi espalda_ te has ido demasiado lejos jovencita, estoy arta de que no me agas caso, te fuiste de aquí innecesariamente, tienes una casa, escuela, comida que mas tienes, ¿qué es lo que te falta?. Vamos contesta._ me dijo gritándome en el oído. Y dándome una brusca cachetada por no contestarle.
_ Lo que me falta es amor. Sos una loca desquiciada._ solté sin pensarlo y sabia que había cometido un gran error, y uno bien grande.
_  Pues ya veras mal educada. Aquí tiene el amor que tanto te falta._ y sin pensarlo dos veces comenzó a pegarme mas fuerte que antes. Sudaba y lloraba desconsoladamente, pues ya no aguantaba mas todo, nunca debí decirle eso, por mas de que fuera la verdad. Todos e inclusive ella era demasiada necia para entender que la verdad es justamente eso. La verdad, y que no lo podrás cambiar. Había pasado  ya unos minutos y me sujeto fuertemente de mi brazo, llevándome hacia mi habitación me soltó bruscamente sobre la cama y de un portazo cerro la puerta. Luego de un momento mire mis brazos y descubrí unas marcas que me habían quedado. En ese momento ya no pude aguantar mas abrace a mi almohada y comencé a llorar en silencio no solo por que me habían pegado, ni  tampoco por haberme escapado, sino por el simple hecho de llorar. Odiaba llorar me hacia sentir débil, tener 16 años y llorar por lo mismo una y otra vez. Al pasar las horas quede completamente dormida escuchando mis últimos sollozos.

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