La ventana

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Me encontraba en mi alcoba haciendo las típicas actividades en casa de un adolescente: quedarme despierto hasta tarde, enterrarme en las profundidades del internet, y solo no desviar mi atención de nada que no aconteciera en el monitor. Llegó la madrugada, cerca de las dos de la mañana, y todos en mi casa estaban dormidos aparte de mí. El cuarto se sentía cómodo y cálido pese a ser pleno invierno, pues habíamos reemplazado las ventanas la semana pasada. El calor se había estado colando desde la planta baja de la casa, y por mi habitación en particular, debido a unas ventanas antiguas que no podían mantener afuera la temperatura gélida.

Cuando intentaba conciliar el sueño, oí un ruido que provino desde mi ventana, en el lado opuesto de mi habitación atenuada. No era el sonido de un insecto chocando contra ella, o de un arbusto acariciándola. No, este era un ruido inusual, grave, algo que no estaba acostumbrado a oír. No pensé mucho sobre ello al comienzo. Si fue porque creí genuinamente que no era nada o porque no quería descubrir lo que era, no lo sé, pero me quedé acostado y solo escuché.

Era distintivamente rítmico. Pum, pum, pum, pum. Solo duró alrededor de quince segundos y luego se detuvo. Temblé, pero me sacudí la sensación al navegar un momento en las redes sociales con mi celular, esquivando la vista de mi ventana. Coloqué el aparato en la mesa a mi lado y caí en un sueño intranquilo aunque sin novedades.

Esta mañana, luego de que el sol se hubiera alzado desde hace unas horas —y todo aquello que usualmente golpetea mi ventana durante la noche estuviera haciendo sea lo que sea que hacen durante el día—, caminé hacia la ventana y pasé unos minutos tratando de replicar el sonido que había escuchado. Hice sonar mis dedos contra la ventana, le pegué con algunos objetos suaves, e incluso le quité y le puse el seguro; pero, por más que hice, no supe rastrear lo que produjo el sonido. Nada de esto que hice se acercó, incluso. Asumí que el evento tuvo que haber sido azaroso, y el día fue ordinario hasta esta noche.

Mi papá llegó a casa del trabajo a la hora de siempre y pensó que la casa estaba muy caliente, así que entró a mi cuarto y fue a abrir la ventana (vivimos en Texas; algunas noches de invierno sí son agradables, como era el caso este día).

Mi papá olvidó quitarle el seguro a la ventana antes de tratar de abrirla, y cuando tomó las manijas y las giró, produjo el mismo sonido que escuché la noche anterior.

Las únicas manijas de mi ventana están dentro de mi habitación.

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