11 - ¿Nos vamos?

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Harry


Ella de verdad pensaba hablar. Maldita sea. Maldita sea. ¿Qué haré? No puedo irme sin Ivonne. No puedo dejarla acá. Tengo dinero, tengo suficiente para una nueva vida, para mí y para Ivonne... Aunque, ¿irme con ella no sería más riesgoso? 

Un ring.

Dos ring. 

Era Ivonne. No podía hablar con ella aún. Tendría que pensar bien las cosas. 

Tres ring.

Cuatro ring. Ella seguiría llamando.

Deslicé mi dedo por la pantalla, atendiendo la llamada –Dime.

–Necesitamos irnos, Marcie quiere contarlo todo. Quiero irme, quiero ir contigo...

Bufé y negué con la cabeza, mi cabeza iba a estallar. En qué jodido lío me he metido. –No Ivy, tú te quedas. Lo hecho hecho está, no podemos cambiar nada, pero podemos mejorar las cosas.

–Pero... ¿y tú?

No podía ser un prófugo de la justicia, no podía.. –No lo sé aún.

–Podríamos ir a un estado donde la edad de consentimiento sea 16, Harry no es tanto de qué...

–¿Estás loca? ¡Maldita sea! He cometido un delito. Un maldito delito. No podemos hacer como que no ha pasado nada. Ivonne, tienes 16, yo...

–Vale, ya he entendido. Quiero que sepas, que pase lo que pase, yo nunca te daré la espalda... Te amo, Harry –antes de balbucear una vaga respuesta, oí su preciosa risa nerviosa y después murmuró :– No es necesario que me digas que tú también, sólo cuando lo sientas, cuando de verdad lo sientas. –dicho esto, cortó la llamada.



...



Ivonne


Ya todo estaba jodido. Marcie había hablado con ellos. 


Las náuseas se hacían presentes, junto con los nervios y la vergüenza. Papá y mamá llegarían en cualquier momento, habían pasado tres días de angustia, pero ha llegado el momento. 

La puerta de mi habitación se abrió bruscamente, dejando ver a mi padre completamente enrojecido por la rabia, mi cuerpo palideció y me levanté bruscamente de la cama, excusando lo inexcusable. Antes de poder hablar, papá propinó una fuerte cachetada en mi mejilla, el escozor y el dolor no eran nada comparado a lo que vendría allá abajo, papá tomó mi brazo y lo haló hacia él, arrastrándome hacia las escaleras. 

Me solté de su agarre y corrí hacia mi madre, que me abrazó con fuerza, pero no sentí nada, mas que unos brazos fríos sosteniéndome. Y pensé en él. En Harry. ¿Dónde estaría? ¿Debería estar conmigo? No lo sé, pero lo que sí se es que lo quería allí, abrazándome, explicando que simplemente cedió ante mí, que al principio era un juego, pero ahora, ahora es amor, o por lo menos por mi parte.


Mi papá exclamó una maldición y me miró –¿Con Harry? ¡Maldita sea, Ivonne, es mi amigo!

–Sólo pasó... él nunca me obligó a nada, no pueden tomar medidas legales, nada fue un delito.

Mi papá bufó, y pasó las manos por su cabello –Es más de diez años mayor, y estás teniendo sexo con él. Es un adúltero, bajo las leyes, es un violador.

–Papá, todo fue consentido. Nunca me obligó a nada. Podremos estar aquí una eternidad y seguiré diciendo lo mismo. Lo quiero, estoy enamorada de él y ustedes no pueden hacer nada para cambiarlo, puede que él sea algo mayor, pero me cuida, ve por mí, quiere lo mejor para mí.

–No volverás a verlo. Me encargaré de eso. 


Papá tomó su celular, marcó un número que obviamente ya yo conocía. El de Harry...


–No quiero verte cerca de ella... no me importan tus explicaciones... no te llevaré a corte, pero no te quiero cerca de ella, ni ahora ni nunca, maldito adúltero. –dicho esto, colgó la llamada, y me miró. –Está hecho. 


Subí las escaleras hasta mi habitación, cerré con pestillo y llamé a Harry, quien atendió enseguida.


–Nena... No podemos vernos más, ya este es el final. Ya acabó todo.

El nudo en mi estómago se hizo presente y las ganas de llorar salieron a la deriva –¿Podemos vernos... por última vez?

–No podemos, Ivonne. Nosotros no podemos.

Las lágrimas se desbordaron de mis ojos y corrieron por mis mejillas –Por favor, por favor, necesito verte... ¿Te quedarás?

–He comprado un boleto para Alemania, mi hermana está viviendo allá, las empresas de nuestra familia están allá, estoy segura que tendré un buen trabajo y estaré estable. 

¿Se va? ¿Para siempre? Todo por mi culpa... ¡Maldita sea! –Déjame verte, ¿si? 

Escuché su bufido y sonreí, lo convencí –Dí que necesitas algo de aire, y yo estaré esperándote a 3 cuadras de tu casa. Sé cuidadosa, por favor.


En cuestión de 10 minutos, Harry llegó, sus ojos estaban hinchados y estaba ojeroso. Subí, y en silencio transcurrió el viaje, al llegar a su departamento, lo abracé y mis lágrimas brotaron descontroladas. Él me cargó y me sentó en su regazo, yo coloqué mi cara en su cuello para luego recibir sus caricias. 

Me gustan sus ojos, me gusta su nariz, me gusta su boca, me gustan sus manos, me gusta su cabello, me gusta todo en él. ¿Por qué no podría quererme como yo a él? 


–Eres tan hermoso, Harry... –susurré, acariciando su rostro. Él sostuvo mi mano sobre su mejilla y me besó con dulzura. 

–¿Sabes algo? No cambiaría nada de lo que pasó, no habrá nadie como tú. No habrá alguien que pueda suplantarte jamás, mi niña. Nunca. 

Tienes 16 años, la vida es larga, puedes conocer a alguien que pueda vivir esos momentos contigo, que pueda ir tomado de la mano a tu lado, que pueda besarte libremente, que pueda quererte de manera limpia, Ivy, yo no puedo. Por más que lo desee. 

–Vale. Si esto es lo que crees correcto...



Ivonne «h.s»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora