Capítulo 4

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– Despierta Thiago, ya llegamos a la terminal.- Me besó en la frente, estire las manos y emití un sonido de la garganta como un gato que recién se despierta.

Agarre mi mochila con torpeza, lo único que me importaba era tomarme un taxi lo antes posible para llegar al Hospital San Roque. Nos bajamos del colectivo, pero había un problemita, Malvina y yo nos perdíamos en la terminal, no veníamos muy a menudo.

– Tenemos que subir estas escaleras y después vamos a ir por una plataforma tipo puente y bajar otras escaleras, y una bajada, y ahí está la estación de taxis. – Malvina se orientó con memoria visual, ella viajaba a Córdoba algunas veces con su papá.

Le hice un gesto de que vayamos, no podía hablar mucho, la garganta me ardía como si fuera fuego, pero no iba a llorar.

Subimos las escaleras corriendo, igual yo la tenía a Malvina por el brazo para que no se tropiece. Cuando llegamos a la supuesta "plataforma tipo puente" corrimos más fuerte, y bajamos trotando las escaleras.

– Ya falta menos Thiago.- Me alentó Malvina, y le sonreí.

Bajamos corriendo la bajada, había una fila de personas que hacían cola para tomar los taxis.

– La puta madre que lo re mil pario.- Insulté en voz alta, ¿Por qué el tiempo pasa muy rápido y lento a la vez?

– No importa Thiago, vamos a colarnos, vamos.

Malvina se fue primera en la fila, me hizo una seña, que cuando ella abra la puerta yo corra y entre al taxi.

Abrió la puerta con destreza omitiendo los insultos de las personas, yo entre corriendo, y esperé a que Malvina entre al taxi rápido, pero el conductor dijo "Tienen que hacer la cola, o ella no entra".

– Nos vemos allá Thiago.- Me sonrió y cerró la puerta.- Al Hospital San Roque llévelo, gracias.- Todo paso muy rápido que no me dio tiempo en decirle a Malvina que hagamos la cola, pero ella quiso evitar que haga eso.

Solo en el asiento del taxi, me empecé a frotar los parpados de la impaciencia y el estrés que tengo.

El conductor apretó un aparato donde mostraba cuanto era a pagar. Saque veinte pesos de mi billetera y se lo di.

Baje del taxi, fui corriendo subiendo las escaleras de la entrada al hospital. De mi mochila saque mi celular y llamé a mi papá.

– Vamos, atiende el celular.- Hablaba en voz alta, hasta que atendió. – Papá estoy en el hospital, ¿dónde está mamá?

– Mamá está en terapia intensiva, ahora mismo voy a la entrada.- Y colgó el teléfono.

Abrí la puerta y espere a mi papá, las enfermeras me preguntaban que necesitaba, solamente me limite a responder que estaba esperando a alguien, y agradecía.

Miraba el reloj y no se pasaba más el tiempo. Me paraba caminado a la punta de la sala, estaba muy ansioso.

– ¿Thiago? – Llamo por mi nombre mi papá.

– ¡Papá! – Me dirigí corriendo hacia él. – ¿Mamá?

– Mamá esta... en estado critico.

Empecé a llorar, y mi papá Lorenzo frunció el ceño y suspiro.

– Los hombres no lloran Thiago, veni acá. – Me abrazo y me acurruco en su regazo.

Mi papá en cierto punto es muy machista, no sé si enfermo de machismo, pero siempre tuve una relación difícil con él, no me gusta dialogar, porque nuestras charlas terminan en peleas, o a veces me son incomodas, siempre las mismas preguntas:

Al borde del abismo. © #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora